Algunos confunden el carácter maleable de
una forma de espectáculo, sus infinitas posibilidades, su capacidad de
metamorfosis, sus múltiples caras, su grandeza como permanente banco de
pruebas, su condición caleidoscópica, con el “todo vale” más desaforado y
displicente, con la ley del mínimo esfuerzo, sin aplicar criterio y talento
(puede que sea el propio olmo el que se empeñe en exigirse peras), improvisando
sobre la marcha, tergiversando aquello que se entiende por, pongamos por caso,
cabaret, algo que, por mucho que pueda adoptar múltiples caras, debe tener un
esqueleto, unos rudimentos, unas características reconocibles que lo emparenten
con los ilustres precedentes que han dado gloria al género (el toque decadente,
arrastrado, sucio si se quiere por aquello de embarrarse en los tormentos del alma
humana, lo miserable es un ingrediente fundamental pero, al igual que el resto
-vengan en la receta o sean incorporaciones de cada uno-, hay que saber
utilizarlo en la dosis correcta). Por otro lado, no se trata de querer renovar
constantemente por el mero hecho de hacerlo, tampoco de venderse como rompedor en
el sentido más literal, es decir, destrozando lo anterior por el mero hecho de
serlo (en la mayoría de las ocasiones, el apocalipsis se desata desde el
desconocimiento, desde la ignorancia más palmaria, desde el creerse original,
desde el ofrecerse como tal a toda costa), más allá de cuatro (o cuatrocientos)
que se pirran por todo lo que les huele a “moderno” y lo sancionan como tal
(porque aún saben menos del asunto que los pretendidos artistas) o que
menosprecian lo que les suena a “anticuado” por el mero hecho de haber sido
creado hace ya muchos años cuando no siglos (y, sin recato, se ríen porque
regreses una y mil veces al Prado para extasiarte ante Las Meninas en lugar de apiñarte alrededor de la nueva instalación
de no sé quién, esa similar a aquella que una señora de la limpieza condenó a
la basura porque no le pareció arte y sí basura acumulada tras la inauguración),
en realidad el público busca reproducir placeres, experiencias, sensaciones,
como tantas veces se ha dicho paga porque le cuenten la misma historia, es
reacio a los cambios, las revoluciones culturales no suelen ser bien recibidas
en su momento (y eso también vale para los que se pregonan como expertos, en
-demasiadas- ocasiones menos preparados que los espectadores que pagan su
entrada, menos entusiastas, menos amantes de las artes de lo que debería ser
exigible para que te den una tribuna desde la que pontificar), sólo el paso del
tiempo dotará de perdurabilidad y, tal vez, leyenda (aunque puede que el paso a
la Historia venga dado por el fracaso cosechado). Viene todo esto a cuento (o
no, ya saben que uno es de dar muchos rodeos antes de llegar al asunto
principal) porque en la sala principal del Teatro Lara puede verse todos los
jueves hasta el próximo 15 de septiembre un espectáculo titulado Two Ladies or not Two Ladies que se
presenta como “un cabaret musical con una historia única”.
En realidad, como dice su creadora, Noèlia
Pérez, quien da vida a First Lady, se trata de, como tantas veces, hablar del
amor, lo que cambia es el tono, la forma de presentar temas musicales
escuchados (y adorados) hasta la saciedad, el modo en que los dos personajes
dan la vuelta a canciones muy populares para que parezcan distintas, para que
expresen otros sentimientos (o los maticen, los amplifiquen, los desbaraten),
ir más allá del mero concierto, formato en el que se ha curtido durante muchos
años: “Me apasionan el cabaret alemán y la canción francesa, había hecho
conciertos con ese repertorio y no quería repetirme. Por otro lado, recordé
que, cuando estudiaba lírico, a veces terminaba un aria tirada por el suelo,
yendo más allá, me interesaba qué pasa cuando estás cantando una canción. Poco
a poco fui reuniendo canciones que me enamoraban, pensando por dónde podrían
llevarme emocionalmente hablando al interpretarlas en el mismo espectáculo, fue
entonces cuando se lo propuse a Josep, le engañé en parte porque le dije que
estaba abierta a propuestas, y lo cierto es que sólo relativamente, pero quería
su aporte, sabía que iba a comprender mi propuesta y que la iba a enriquecer,
necesitaba que aceptase muy rápido, jajaja. El caso es que, por ejemplo, así fue
como llegó Yesterday hecha de esta
manera, rompiendo la voz, poniéndome muy roquera, y es uno de los temas que
mejor expresa la lucha de los personajes, cómo es cada uno, porque lo
fundamental es que las canciones sirviesen para explicar el alma de ambas
Ladys”. En la conversación telefónica también interviene Josep Zapater, Second
Lady, el arreglista musical, el fantástico intérprete que desde el teclado, la
guitarra o cualquier instrumento que se precise crea la atmósfera perfecta para
que la garganta de Noèlia deje sin aliento, sorprenda, se despliegue con
audacia artística, demostrando sus amplios conocimientos técnicos, los que
quedan como mero soporte para que la voz explore, se quiebre, susurre, grazne,
haga un despliegue que, sin imitar a nadie, puede evocar a Nina Hagen o Nacha
Guevara por lo variopinto y enérgico; y es Josep quien dice: “Yesterday es esa canción que jamás
quieres cantar porque todo el mundo lo ha hecho antes, pero cuando apareció con
unos arreglos tan diferentes encontró su sitio en el espectáculo”. Two Ladies or not Two Ladies nació como
un capricho, como el cumplimiento de una promesa y ha ido creciendo hasta lo
que ahora puede verse en Madrid, sorprendiendo incluso a ambos intérpretes:
“Esto empezó como una propuesta personal, queríamos trabajar juntos, nos
conocíamos desde 2007, creímos que ya había llegado el momento, “venga, vamos a
inventar algo, nos lo merecemos”. Y así pergeñamos un concierto que tuviese
cierta lógica, con un hilo argumental, y el caso es que fue un pelotazo,
empezaron a sumarse grandes talentos como Carles Alfaro o Ramón Ivars, la cosa
fue creciendo y el espectáculo está funcionando porque la gente se enamora de
sus virtudes y también de sus defectos, porque así debe ser, no lo soñamos
perfecto en el sentido de “qué bien queda”, sino de algo que nos refleje e
implique al público”.
Y en apenas unos minutos, los primeros, el
público tiene muy claro que aquello no va a ser algo convencional, que esas dos
mujeres (porque así se presentan, no importa lo que nuestros ojos perciben,
aquello que no se trata de ocultar porque cobrará sentido en un momento dado,
no es una mera ocurrencia, algo que se acepta de buen grado, una Second lady
con toda la barba, gracias al buen hacer del intérprete: “Josep sale como sale,
pero queda muy digno porque consigue un punto entrañable y muy humano, el
público va a ir descubriendo su historia y sus porqués”), esas dos mujeres,
decíamos, llegan a escena con la mochila muy cargada, puede decirse que
irrumpimos en tercer acto y vamos intuyendo lo pasado por palabras, canciones,
miradas, puntos suspensivos y algún que otro silencio: “El vehículo para contar
son las canciones, por eso el reto principal estribaba en que cada una aportase
algo, porque cada cual posee un universo propio, había que irlas encajando sin perder
jamás ese toque humano, ese punto de clowns que ambos personajes tienen, dos
islas en medio del océano que intentan comunicarse, son patéticos pero se
empatiza con ellos. Ya sé que lo del amor se utiliza mucho, no siempre bien,
suena redicho y lo que quieras, pero es la realidad: el mundo se mueve por el
amor y el desamor, sentimientos primarios y básicos que están ahí y que estos
personajes viven de una forma brutal, al límite. Lo que más nos interesaba era
el dolor, poder empezar en clave de jiji jaja para ir incorporando otros
matices, como pasa en el día a día, en que tantas veces nos reímos de nuestras
desgracias y las maquillamos. La función es como la vida misma porque en un
segundo pasas de una emoción a otra, estás en el subidón de una gran noticia y,
de repente, te llega otra que te rompe, te quiebras, no lo razonas, vas de
arriba abajo o todo lo contrario, y es maravilloso poder expresarlo en el
escenario”. La química que Noèlia y Josep despliegan sobre las tablas se
reproduce cuando se habla con ambos, se nota su compenetración, lo cómodos y
seguros que se sienten contando con el otro como cómplice, así desgranan el
modo en que trabajan: “Yo tenía las ideas muy claras desde el principio, pero
sabía que el espectáculo encontraría su razón de ser con el aporte de Josep, ha
sido un trabajo en equipo, sin él no hubiera sido igual”, “Sí, ella es el
cerebro y yo aporto el caos, soy muy de desmontar, me encanta jugar con la
música”, “La mayor ironía es que somos justo al revés de cómo nos mostramos en
escena porque yo no bebo nada de nada”, “Yo, sin embargo, utilizo el agua para
lavarme y me consta que hay algún marrano que se la bebe, jajaja”.
Y con esos mimbres fueron armando el
espectáculo, soñando, deseando, dando vía libre a la creatividad, sin ponerse
límites antes de haber comprobado la viabilidad de la idea, antes de confirmar
si podían añadir esa pieza al puzle o debían buscar otra: “Somos muy ambiciosos
artísticamente hablando, nos gusta el riesgo, por eso probamos a ver cómo
sonaba la guitarra si se tocaba de otra manera, llevamos la voz al límite,
vamos del rock al lírico, en ocasiones hemos creado nuestro repertorio en lugar
de recurrir a temas conocidos todo el rato: queremos complicarnos la vida como
actores y cantantes, asumimos retos, pero sin perder de vista al público, hay
que tenerlo en mente cuando se prepara un espectáculo, hay que saber qué se
quiere contar, la aspiración es romper esa cuarta pared que, en realidad, como
señalas, está rota desde el principio aunque no invadamos el patio de butacas,
queremos conmover, transmitir… ¡Y pasándonoslo pipa! ¡Todo un lujo!”. Lo cierto
es que Noèlia y Josep se meten al público en el bolsillo con enorme velocidad
y, desde ese momento, el respetable se deja llevar, reconoce Over the Rainbow o Bésame mucho (aunque interpretadas de una manera muy distinta a la
habitual, incorporando detalles que las transforman en lo semántico), ríe mucho
y a ratos contiene la respiración, atrapado por la osadía de ambos artistas: “Las
barbaridades vocales que hago, al margen de mis facultades y preparación, las
marca Josep: no para de crear, de pensar que puede mezclarse el tono de Janis
Joplin con lo operístico, cambia los ritmos de las canciones, él propone y yo
me lanzo. El espectáculo es un viaje emocional y para que enganche debe empezar
en nosotros mismos”. Lo demás queda de su mano: ¿Se animan a conocer a Two
Ladies (o tal vez no tanto)?