Este rincón nació como desahogo, como refugio, como punto de conexión,
como muchas cosas que se iban amontonando en mi ánimo en aquellos primeros
meses tras mi salida de RNE y, de alguna manera (así lo viví y me dolió durante
un tiempo, aún quedan ecos que son acallados muy pronto sin necesidad de
paracetamol), mi expulsión del periodismo. Pablo me hizo abrir los ojos,
ejercerlo no es más que eso, una circunstancia, un trámite, un regalo, un privilegio
que tantos no saben apreciar (y que les han, valga la redundancia, regalado o conseguido
otros o ellos han sabido medrar de un modo artero y/o alejado de la deontología
profesional -me refiero nada más a los que emponzoñan y desprestigian el
oficio, aún quedan reductos de ética, pundonor y excelente trabajo-), algo que
se lleva dentro, un aliento diario, una vocación que no se puede (ni se debe
querer, yo estuve a punto de sucumbir) evitar y que encuentra muchas vías para
expresarse. Así, aunque estaba previsto/diseñado como un lugar de intimidad
(con ese inevitable punto de exhibicionismo que es llevar un a modo de diario que
se va colgando en la red), casi desde el comienzo afronté este blog con un
talante periodístico, como si se tratase de una columna en la que, además, no
tenía que ceñirme a un espacio o número de caracteres en concreto, poco a poco
fueron llegando contenidos que, a pesar de ser tratados con un toque muy personal,
permitiéndome muchas licencias en que podrían/deberían haber sido crónicas, críticas
(jamás reseñas, ya lo aclaré en su día, por más que haya quien, con
generosidad, llame así a lo que escribo), entrevistas, si se quiere reportajes,
el periodista sigue ahí, pero es un gustazo poder dar rienda suelta al lector
apasionado, al espectador gozoso e inquieto, al curioso que siempre quiere saber
más, batirme en un cóctel de sensaciones y experiencias de las que voy dejando
rastro y testimonio por aquí para quien tenga a bien compartirlas y, tal vez,
sentirse implicado y, así, buscar tal libro, esta película, explorar sus
propios recuerdos, enterarse de alguna cosa que no supiera (no por mi
erudición, sino porque la he tomado de algún lugar al que se puede acudir para
conocerlo de primera mano).
En contra de lo que pueda parecer (sobre todo a los sufridos leales que
frecuentan este ángulo oscuro del salón, acostumbrados a mis habitualmente desmesurados
introitos, traídos por los pelos, debo reconocer, la mayoría de las veces
-aunque me disculpo/justifico con lo de escribir un diario, o sea, algo íntimo
y vuelvo a pedir perdón por dar la vara con mis comeduras de tarro-), hoy no
siento que me haya ido por los cerros de Úbeda ya que, en todo caso, es de lo
que se trata y en seguida me explico (por cierto, me siento obligado a abrir
otro paréntesis para aclarar que, en origen, lo de irse por aquellos parajes
supuso escurrir el bulto, escaquearse, perderse para no presentar batalla, la
anécdota real, en todos los sentidos, que dio pie a la expresión no tiene nada
que ver con hacer digresiones o remontarse a los romanos, por más que vengan a
cuento, para llegar a lo que se pretende contar). Viviendo como lo hacemos en
la calle de las Navas de Tolosa (lo que hoy es Santa Elena -en Jaén, por supuesto-)
y dando tantas vueltas y revueltas como me gusta dar aunque sea para decir “buenos
días”, era inevitable que un buen día terminase de verdad en Úbeda, cita que no
pienso dilatar más y tendría que ser una causa de fuerza muy mayor la que me
impidiese acudir el próximo noviembre a la octava edición del Certamen Internacional
de Novela Histórica de la ciudad. De este modo, hoy más que nunca vuelvo a ser/sentirme
periodista bloguero porque de esa manera fui tratado y como tal he sido
invitado, gracias también a mis queridas y colegas Pepa Muñoz y Yolanda Rocha
(que tienen más de lo primero en su manera de querer, defender, leer, analizar
los libros -y no digamos en las cuestiones que plantean a los actores que se
ponen a tiro- que muchos llamados críticos o expertos, que gran parte de los considerados
-¡ay, dolor!- periodistas culturales) que me pusieron en contacto con Pablo
Lozano, director del certamen, cuando vino por Madrid hace un par de semanas
para que todo echase a andar, planificando las cosas con tiempo como debe ser (es
cuando salen bien por más que tanto presumamos de lo bien que se nos da improvisar
por estos pagos), sólo de ese modo se ha logrado consolidar en tan poco tiempo
la cita como una de las más importantes y cuidadas que pueden encontrarse, un
referente del género que no hace sino ganar adeptos y visitantes.
La edición de 2019 tendrá lugar entre los días 12 y 19 de noviembre y,
al contar con mayor apoyo y una cada vez mayor involucración de propios y
extraños (que dejan de serlo en cuanto entran a formar parte de esta cada vez
más gran familia), un presupuesto en torno a 28.000 euros y más patrocinadores,
se quiere que suponga una mayor apuesta internacional (algo que está en su
nombre y que siempre se ha dado, aunque quieren acentuar aún más este carácter),
motivo por el que se está ya en contacto con cuatro o cinco autores de los más
famosos, leídos y prestigiosos para que acudan a Úbeda. Y, puesto que se trata fundamentalmente
de hablar sobre novelas (y de leerlas, por supuesto), también estaba en el
encuentro Conchi Gábana de Ediciones Pàmies, quienes acaban de lanzar La ciudad del Rey de Marcelino Santiago
(galardonada con el VII Premio de Novela Histórica Ciudad de Úbeda) y se harán
cargo (además de publicar en mayo una de las finalistas) también del título que
se premie este año, una de las novedades es, precisamente, que los plazos se
adelantan (pueden presentarse originales hasta el 4 de mayo) para que la
ganadora pueda ser presentada en Úbeda durante el propio certamen. El jurado,
que dará a conocer su dictamen a principios de septiembre, estará formado por Jesús
Maeso de la Torre y Salvador Compán (escritores y nacidos en Úbeda), David
Yagüe (periodista especializado en novela histórica y asimismo escritor),
Carlos Alonso (editor de Pàmies) y Pedro Santamaría (escritor). Pablo Lozano
quiso destacar el esfuerzo y trabajo de la comisión lectora que practica la selección
de obras que son sometidas al juicio del jurado, comisión que este año se va a
ampliar y reforzar con la participación de gente más joven y, en la medida de
lo posible (con objeto de que se pueda participar presencial y activamente en
las discusiones y reuniones sobre los manuscritos recibidos), de otros lugares
de España.
Otro de los platos fuertes del certamen, las recreaciones históricas, se
está fraguando a fuego lento pero intenso, nos hicieron algunas confidencias
que no se pueden publicar (pero con las que cualquier aficionado al género y a
la Historia en sí se relamerá en cuanto se anuncien), hay que conformarse de
momento con saber que se ocuparán de tres épocas muy diferentes y que una de
ellas será la guerra anglo-zulú de la que se cumplen 140 años en 2019. La
pretensión es no encasillarse, no caer en lo repetitivo y/o recurrente, poner
el foco en acontecimientos poco o nada tratados, seguir
descubriendo/recuperando momentos históricos, involucrar en las recreaciones,
por supuesto, a los ubetenses y a los visitantes que así lo deseen (yo, desde luego,
pienso investigar un poco y hablar con mi hermano, que conoce estupendamente
todo lo relacionado con lo que supuso el final de la nación zulú, para ir
practicando). Y, como suele decirse, seguiremos informando según se puedan
hacer públicos detalles, asistentes, eventos, todo lo que se vaya sumando al
programa del VIII Certamen Internacional de Novela Histórica Ciudad de Úbeda
(mientras, me pongo a leer La ciudad del
Rey, ya les contaré la experiencia).