Aunque debo a Evita mi verdadera pasión por los
musicales (desde que entró el doble LP en casa -en aquellos inicios de la
década de los 80 en que el espectáculo triunfaba en España y lanzaba al
estrellato definitivo y merecido a Paloma San Basilio- lo escuché una y dos mil
veces, memoricé el libreto, con la recreación que hacía la tía Carmen del
montaje dirigido por Jaime Azpilicueta -quedaron maravillados tras verlo en el
Monumental, por eso el tío Miguel compró la grabación poco después de que
saliera a la venta-, apoyándome en las acotaciones y explicaciones que
acompañaban a las canciones y dejando volar sin freno mi propia imaginación
soñé mi propia versión, la que sigo retocando cada vez que escucho su
partitura, da igual en qué idioma canten los intérpretes o quiénes sean éstos,
o cuando tarareo uno de sus temas -algo que sucede muy a menudo, para suplicio
del que esté cerca), he sido muy ingrato como espectador porque, por unas cosas
o por otras, por no poner demasiada intención ni mucho empeño, jamás lo he
visto sobre las tablas. A pesar de las excelentes críticas recibidas por Elena
Roger cuando asumió el rol de su paisana en el West End londinense, otros
títulos y artistas y el hecho de que el montaje en sí no provocase el mismo
entusiasmo -hubo quien lo acusó de estático, un tanto frío, poco pasional-
motivaron que pasásemos frente al teatro en que se representaba sin prestarle
demasiada atención (igual que, por cierto, siempre he hecho con La ratonera -bueno, me he detenido a ver
los carteles y hasta me he hecho una foto frente al St. Martin´s Theatre, he bromeado
con Pablo imaginando a tía Agatha reprobándome desde su olimpo, pero al final
nunca compramos entradas-). Pero los parabienes y encomios que provocaba la
Roger en todo aquel que había podido verla motivaron que grabásemos su nombre
en nuestras aspiraciones y no dudamos en buscar butacas (lo que no fue fácil,
por cierto: se anunció una temporada corta y la venta iba disparada) cuando
encarnó a Edith Piaf sobre las tablas londinenses y aún me recorre un
estremecimiento muy grato al evocar esa primera vez en que la contemplamos, la
disfrutamos, nos rendimos a su inagotable talento para siempre, el mismo que
desplegaría cuando trajo su Piaf a
Madrid y volvió a dejarnos sin aliento por su manera de hincar el diente a un
personaje y una voz tan especiales, tan únicos, tan irrepetibles, pero Elena
tiene la capacidad de llegar hasta la médula de la intérprete a la que recrea
sin imitar, colocándose su aureola y ajustándosela a su menudo y energético
cuerpo, inyectándole savia propia hasta lograr que olvides quién fue antes y,
sin dejar de ver a la artista original, tener muy claro que aquella a la que el
foco ilumina es Elena Roger, un animal escénico como pocos.
Hace unos meses,
cuando entrevistamos a Dulcinea Juárez y sus compañeras de El lamento de las divas (espectáculo, por cierto, que nadie que ame
el musical en particular y el teatro en general debe perderse -siguen haciendo
bolos aquí y allá, según se lo permiten los compromisos profesionales por
separado de cada componente del elenco-), tuvimos un pequeño enfrentamiento
(que no pasó de una discrepancia debida a gustos y apreciaciones de cada cual)
porque en su show incorporan una canción en la que piden roles femeninos a la
altura de los masculinos en los musicales (otro asunto es por qué cobran menos,
pero eso no tenía nada que ver con lo que Pablo y yo reivindicábamos), cuando
ese ha sido un territorio plena y maravillosamente dominado por ellas:
pensemos, en primer lugar, en todas las diosas que el género nos ha dado, las
oportunidades que ha dado a grandes artistas de dejar bien claro su poderío,
señoras como Ethel Merman, Gertrude Lawrence, Carol Channing, Debbie Reynolds,
Julie Andrews, Angela Lansbury, Barbra Streisand, Chita Rivera, Gwen Verdon,
Glenn Close, Lauren Bacall, Imelda Staunton, Kerry Ellis, Elaine Paige, Kristin Chenoweth,
Idina Menzel, Liza Minnelli, Connie Fisher, Patina Miller, la propia Elena
Roger, claro, no podemos olvidar a Vicky Peña, Concha Velasco, la ya citada Paloma
San Basilio, Marta Valverde, Lia Uyá, Àngels Gonyalons, el listado es casi inagotable tanto antes como
ahora; evoquemos, en segundo lugar, los personajes que estas y otras han hecho
inmortales (y ahí es cuando la discusión subía de tono: las chicas rechazaban
roles que a nosotros nos parecen maravillosos -y al público que los ha
convertido en hitos con sus aplausos-), pensemos en la propia Evita, Fraulein
Maria, Mrs. Lovett, Mame, Norma Desmond, Elphaba y Glinda, Mama Rose, Sally Bowles,
Velma Kelly y Roxie Hart, Dolly, Eliza Doolittle, Christine, Charity Hope
Valentine y sus amigas, la canción emblemática de Cats es la que interpreta Grizabella (Memory), Fantine se merienda Los
Miserables con sólo una canción, la profesora de Billy Elliot impone su
presencia con esa fuerza que sólo poseen los grandes personajes secundarios, de
no existir Getsemaní el tema más
popular de Jesucristo Superstar sería
el que canta en solitario María Magdalena (y andan muy parejos en realidad), será
por esa querencia hacia el universo femenino sobre la que escribía no hace
mucho, el caso es tanto en las tablas como en la pantalla siempre recuerdo más
la participación femenina, Ann Miller, Cyd Charisse, Marilyn Monroe, Judy
Garland, Doris Day, Shirley MacLaine.
Y fue, claro, un
sueño hecho realidad compartir conversación con Elena Roger cuando, hace poco
más de un año, ofreció dos recitales en los Teatros del Canal: pudimos
entrevistarla en la parte de atrás del escenario, en esa enorme y en ese
momento desangelada caja en la que en otras ocasiones se acumulan los expertos
en utilería, regidores, ayudantes de vestuario, maquillaje y peluquería, fondos
que van cambiando, atrezzo, allí, en un par de sillas (no había más: Pablo
estuvo de pie toda la entrevista), Elena nos cautivó en la distancia corta, nos
acogió, nos convirtió en cómplices, algo sencillo con una persona que vive para
su arte y que goza regalándolo a los demás. Fue una entrevista que se publicó
en otro lugar, pero creo que su sitio justo, para que no se extravíe, para que
quede como parte de ese permanente recorrido que vivimos como espectadores, es
éste (o cualquiera de las otras páginas en que nos gusta escribir y hablar de
estas cosas de teatro que tanto nos ayudan a vivir, sin las que sería casi
imposible respirar). Por lo tanto, sin retoques ni acotaciones, tal y como
fluyó y la reflejamos en su día (diciembre de 2014), aquí está Elena Roger:
Presenta en España Tiempo mariposa, su último trabajo
discográfico
ELENA ROGER: “Elegí el
repertorio estando embarazada y me dejé llevar por las emociones y sensaciones
que me transmitía mi hija”
Dentro del ciclo De Buenos Aires a Madrid que se celebra
en los Teatros del Canal, la artista argentina ofrece dos recitales (11 y 12 de
diciembre) en los que recorre algunos de los hitos de su fulgurante carrera (Evita, Piaf) y muestra su faceta de cantante solista.
Vista de cerca,
aún sorprende y admira más que contemplada en escena: su cuerpo es pequeño, su
mirada muy profunda, su sonrisa inacabable, sus manos dibujan sensaciones,
perspicaz, pizpireta, inquieta, atenta con el que tiene enfrente, sin
consentirse ni un atisbo de soberbia (y tendría motivos más que sobrados para
ello), artista de raza, intérprete versátil, poseedora de una de las voces más
potentes y capaces que puedan resonar en cualquier coliseo, una garganta
prodigiosa que envuelve, acaricia, cautiva incluso en la conversación más
trivial aunque, por mucho que ella así lo pretenda, nada lo es cuando Elena
Roger está cerca. Esta argentina de cuarenta años se ha convertido por derecho
propio en una de las reinas del musical y lo más estimulante es que esa es, tan
sólo, la punta del iceberg de sus múltiples talentos.
PREGUNTA.- De
nuevo en Madrid, y eso que no fuimos muy generosos contigo…
RESPUESTA.- Sí,
ya hace cuatro años que trajimos Piaf…
Estuvimos muy poco tiempo, ¡y eso que veníamos de estar llenando en Buenos
Aires! Pero reconozco que llegamos en un mal momento: empezaban a sentirse los
efectos de la crisis económica y, para colmo, tuvimos que competir con el
Mundial de Sudáfrica… De hecho, decidimos mantener la representación el día de
la final y nos encontramos aún con menos público del habitual pero, es parte
del misterio del teatro, nos entregamos con más pasión que nunca y el público
respondió con creces: ¡Fue emocionante verles aplaudir con energía, con
deleite, festejando el espectáculo en lugar del triunfo de España! Y por eso me
he animado a volver, no me he podido resistir al reencuentro con esos
espectadores que terminaban la función puestos en pie y a buscar a otros
nuevos; al margen de que si te lo pide Tino Patalano, uno de los empresarios
más generosos del mundo, sólo puedes decirle “sí” para devolverle algo de la
confianza que pone en ti (Patalano es el
director del Teatro Maipo de Buenos Aires, nombre imprescindible para hablar
del mundo del espectáculo en Argentina).
P.- Y en esta
ocasión llegas ante el público sin un personaje en el que escudarte…
R.- Sí, es algo
que adoro porque a veces me siento como en el living de mi casa, tranquila, sin
presiones; no reniego de lo hecho, todo lo contrario, la prueba es que me
transformo en Mina, Evita y Piaf durante el recital, pero me encanta no estar
escondida detrás de una careta.
P.- Ana Belén
dice que se siente más libre cuando da un concierto porque puede ser más ella,
sin depender del personaje…
R.- ¡Eso mismo!
Para mí, es un encuentro de personas, no hay personajes, sólo los tres o cuatro
minutos de cada canción y es fantástico poder pasar por clímax muy diferentes
casi sin solución de continuidad; son conciertos, aunque en realidad me gusta más
llamarlos recitales para resaltar lo íntimo, lo cercano, son, como decía,
recitales que no están completamente armados, que surgen espontáneamente, que
dependen de las vibraciones del público, de mi propia intuición… Me entusiasma
poder abrir el abanico, variar tonos, mostrarme ecléctica… El único defecto
puede ser que canto demasiado y hablo poco, jajaja…
Aunque fue una
revelación mundial cuando Andrew Lloyd Webber la escogió para protagonizar la
reposición de Evita en Londres
(personaje que repitió en Broadway compartiendo honores con Ricky Martin),
Elena Roger ya era muy popular en su país por haber participado en Los Miserables, La Bella y la Bestia y muy especialmente gracias a Mina… che cosa sei?, por el que obtuvo
su primer premio ACE (el segundo le fue otorgado por su trabajo en Piaf).
P.- ¿Cómo sienta
lo de ser profeta en tu tierra?
R.- El caso es
que la prensa argentina no lo ve de esa manera o, al menos, no creen haberlo
propiciado porque últimamente siempre hay alguien que me pregunta “¿te sientes
mal porque no te dimos bolilla hasta que triunfaste fuera?”. Yo no siento que
haya sido así, de verdad, aunque es cierto que en Argentina se está muy
pendiente de lo que pasa fuera, se ignora a grandes artistas hasta que
trascienden, pero no creo que hayan sido injustos conmigo… Lo de Broadway
provocó que fuesen a verme muchos más argentinos que en Londres, aunque imagino
que tuvo mucho que ver que actuaba con Ricky Martin, pero al margen de eso creo
que he tenido una evolución natural: he ido ganando público, encontrando mi
espacio, conquistando nuevos corazones.
P.- ¿Cómo
afronta una argentina encarnar a Eva Perón?
R.- Igual que a
Edith Piaf o a Mina: tratándola como una persona, que es lo que era; no se
puede ignorar su carácter de mito, claro, pero para poder darles vida hay que
ir a la médula, a lo básico, a lo que importa, sólo desde ahí puedes defender
tu personaje. Lo más curioso es que había argentinos que me decían “así es como
pasaron las cosas” y otros se enfadaban “pero todo esto es falso” y en ese
equilibrio, precisamente, es donde debe situarse el intérprete: comprendiendo a
la persona con sus luces y sus sombras.
P.- Eres una
cantante versátil y políglota: al margen de en tu idioma materno, has
interpretado en inglés, francés, italiano, en la lengua Rapa Nui para un tema
de Tiempo mariposa. ¿Cómo es lo de
cantar en otro idioma?
R.- La verdad es
que es algo que me sale mecánicamente, es decir, soy consciente de lo que estoy
cantando, sé las emociones que quiero imprimir, comprendo la letra pero, aunque
pueda sonar extraño, me sale sin pensarlo, como algo que tuve que aprender
primero y va fluyendo. En español es otra cosa porque las palabras me son
propias, las siento como mías, las matizo mucho más; me gusta poder cantar en
diferentes idiomas pero, sin duda, estoy más cómoda cuando lo hago en español.
P.- Elegiste las
canciones de tu último trabajo mientras estabas embarazada…
R.- Sí, fue una
búsqueda un tanto mágica porque todo dependía de las emociones y sensaciones de
cada día, por lo que me transmitía mi hija: ha sido un embarazo muy deseado,
quería ser madre junto al hombre que amo (el
también actor Mariano Torre), y me apetecía vivir esta transformación
eligiendo un material que sirviese para definirme, palabras y mensajes con los
que identificarme y presentarme ante los demás.
P.- ¿Ha cambiado
la maternidad tu manera de cantar?
R.- ¡Lo ha
cambiado todo! Aunque pueda sonar tópico, percibo que algo se ha transformado
en mi interior; como digo, fue algo muy premeditado, pensé que era el momento
idóneo para cerrar una etapa, contactar con mi interior, abrir nuevas ventanas,
y, en ese sentido, me parece que el propio disco es un reflejo de lo que viví
porque fue una auténtica gestación, también lo di a luz y ahora puedo
defenderlo como merece. Cuando canto algún tema de Tiempo mariposa tengo muy presente a mi hija porque recuerdo cómo
me ayudó en la elección y toda la ilusión que me transmitía, ilusión que sigue
viva en cada recital.
Avisan a Elena
de que debe posar para una foto con los otros artistas que participan en el
ciclo, pero pide tiempo para una pregunta más, hace sentir cómodo al
interlocutor, se preocupa por él y afirma que debemos hablar más de teatro en
otra ocasión, ella que ha trabajado en dos de las escuelas interpretativas más
brillantes que encontrarse puedan: la inglesa y la argentina. “El teatro que he
visto en Londres no lo veré jamás en ningún otro sitio, aunque en Buenos Aires
tampoco sean mancos… ¡Pero si tuviésemos la plata de allá seríamos mucho más
felices y aún podríamos hacer mucho más!”. Ella, con su presencia escénica, con
su voz poderosa, demuestra, no obstante, que el arte no es cuestión de
presupuesto sino de talento.