HABLANDO CON TALENTO(S)
Repetiré hasta la saciedad que mi profesión me ha permitido/permite el lujo
de conocer a gente a la que admiro y que gracias a esa distancia corta aún lo hago
más, tengo el privilegio de poder asomarme (y en ocasiones conocer más a fondo
e incluso entablar una relación continuada) a las personas, no a su imagen
pública, no a lo que percibimos de ellos cuando los vemos actuar, sobre el
escenario, en una pantalla, sino a su faceta humana. Eso es algo que, por
ejemplo, disfruto con el fantástico Alberto Vázquez, intérprete de larguísimo
recorrido, versátil como pocos, con quien, a pesar de vernos poco (y más con lo
que venimos sufriendo desde marzo de 2020), continúo estrechando lazos afectivos
y personales, intimidades y sentimientos que en este caso ha compartido con
nosotros (con Pablo y un servidor) en el estudio de televisión y en forma de
aquellas lecturas que más le han marcado, tres elecciones muy especiales: https://www.youtube.com/watch?v=15uUAArX8Ds&list=PLB3-fnCkxDciwVuzEPUxPDXlLB94uUAzE&index=4.
Domingo 4:
NO HAY PALABRAS
NI LÁGRIMAS
Aunque escribo en caliente, tardo en pasar a limpio/poner en claro mis
anotaciones para el diario, ahora añadiría muchas cosas, algunas las he
publicado en redes, gritaría hasta desgañitarme (de nuevo), sigo llorando,
continúo enfadado, he ido a más, no han dejado (algunos, esos, tantos) otra
opción, mientras se hunden más y más en su miseria moral, en su odio, en su
desidia, en su silenciamiento, en su inhumanidad (cada cual que cargue -ojalá-
con lo que le corresponda), me quedo en/con aquella mañana en que nos
levantamos con la dolorosa noticia, con el crimen homófobo, con el linchamiento
de Samuel. Y, sin envenenamientos por la actitud de los antes citados, vuelvo a
sentir pánico, rabia, desespero y, por encima de todo, una muy honda y nunca
superada tristeza, una congoja enquistada en el corazón que, aunque quise creer
que no, ha seguido echando raíces, continúa dando frutos, obliga a permanecer
escondido, fuerza a seguir luchando, ¿podremos algún día convivir sin tener que
estar alerta? No necesito enemigos, pero tampoco amigos, simplemente que me
respeten, que me ignoren, eso es lo que procuro hacer con tanto indeseable,
pero ellos sólo adquieren carta de naturaleza cuando atacan, insultan, rebajan,
acorralan, hostigan, golpean, asesinan -cuando son multitud-, no hay por qué
soportarlo, hay que responder, hay que alzar la voz, hay que devolver las
agresiones. Samuel, ojalá estemos a la altura.
Lunes 5:
QUÉ
DESASTRE SI TÚ TE VAS
Raffaella Carrá siempre estuvo ahí, antes de que supiéramos quiénes
éramos, antes de poner nombre a los latidos del corazón, antes de
reivindicarnos, antes de abrir las puertas del almario, bien clarito dejó que
lo que se oculta en el armario siempre provoca dolor (sobre todo cuando se
trata de uno mismo, de la persona que querrías ser, de la pasión que refrenas,
del amor que sepultas). Artista completa, pletórica, efervescente, humilde,
cercana, nada en ella era una pose, todo resultaba/era coherente, no catequizaba,
no hacía proselitismo, te ponía a bailar, a gozar, a reír, a petardear (dicho
con todo el respeto por su arte y con la nostalgia incontenible de tantas
noches en el Rick´s en las que redescubrir sus canciones, paladear sus letras,
sentirse -y ser- libre), ahí quedaba flotando la idea de no ser más la
abandonada (no quiero serlo, no quiero serlo), que en el amor (al igual que se
dice del comer y del rascar) todo es empezar, de lo subidita de tono que era Caliente
caliente (inevitable decir “eeo”) pero la cantabas con la familia delante y
no pasaba nada, naturalidad ante todo. Tu muerte, querida Raffaella, llega en
el peor momento, ya ves lo que escribí sobre el día de ayer, me gusta pensar que
has querido acompañar a Samuel, que de alguna manera le estás protegiendo, que
sigues estando al lado de quienes te necesitamos, nunca nos abandonarás.
¡Grande y brava!
Martes 6:
LA VIDA EN
GRIS
Había oído/leído cosas estupendas sobre Graeme Macrae Burnet, pero me da
la impresión de que se habían quedado cortos, igual que voy a quedarme yo
porque es difícil expresar/resumir en palabras lo que uno experimenta leyéndole,
más aún cuando lo que lees es su ópera prima y te das de bruces con un escritor
de demostrada madurez, alguien que te deja sin aliento, que te remueve y
perturba como sólo lo consigue quien escribe con las entrañas y, al mismo
tiempo, con un aliento lírico de infinita fineza, manteniéndose como un experimentado
funambulista sobre el delgadísimo filo que separa lo confortable de lo
terrible, lo cálido de lo monstruoso. La desaparición de Adèle Bedeau, publicada
en su idioma original en 2014 y traducida al castellano por Alicia Frieyro en
una (como es marca de la casa) exquisita edición de Impedimenta, la editorial
que ha dado a conocer (y a disfrutar) a Macrae Burnet en nuestro país, es una
novela que excede cualquier intento de clasificación, toma un camino propio,
mezcla con acierto tonos e incluso géneros, indudablemente es un noir de
una pureza absoluta y deslumbrante, clásico en hechuras, en formas, en ausencia
de estridencias y malabarismos a que tanto se tiende/de que tanto se abusa
ahora y que, por más que lo promocionen como tal, tiene poco (o nada) de novela
negra.
Estamos ante una novela de intriga contada a ritmo lento, que se va por
así decirlo cocinando ante nuestros ojos, centrada en lo cotidiano, en las
vidas rutinarias y anodinas de unos cuantos personajes, una historia que transcurre
en unos escenarios y unas almas que muy bien hubiesen podido alimentar la pluma
de Simenon, que pellizcan en el ánimo del lector al modo en que el gran autor
belga sabía hacerlo, pero el escocés plantea un juego que va más allá de
aquellos a que se enfrentaba el comisario Maigret, puesto que el lector sabe lo
que ha sucedido o, al menos, lo que no ha sucedido. En este territorio
pantanoso y ambiguo donde un hombre acepta ser el sospechoso de un posible crimen
es donde Graeme Macrae Burnet hace crecer y estallar la novela, introduciéndonos
en el magma de una psicología atormentada, culpabilizada, que se enfanga a
conciencia para parecer el perfecto culpable, una realidad que él mismo distorsiona
y que nos hace evocar algunas de las páginas más brillantes de la maestra de lo
equívoco: Patricia Highsmith. Al igual que esta, Macrae Burnet jamás hace
trampas, no es un trilero sino un prestidigitador, mueve sus cartas frente a
nuestros ojos pero no le vemos el truco porque, en realidad, no existe, hace
magia de una manera muy limpia con una prosa muy medida donde las sombras se
van haciendo más alargada, donde la grisura lo invade todo, donde lo ominoso se
nos mete dentro, donde sólo se puede sentir lástima ante lo más patético,
incluso ante los criminales.
Miércoles 7:
¿QUÉ
PARTIDO ESTÁN VIENDO?
Me importa poco o nada el fútbol, pero durante el paseo con Fosco veo a
mucha gente reunida en bares, también en algunas terrazas en las que han
instalado un televisor, porque la selección española de fútbol se juega el pase
a la final de la Eurocopa frente a la italiana. Vivimos en un interior por lo
que, gracias sean dadas, evitamos prácticamente todo el bullicio de las calles,
pero por el patio de la finca llegan algunas voces entusiastas, consulto en
internet el resultado y parece que todo se decidirá en los penaltis. De pronto,
el estallido, los clientes del restaurante de abajo parecen en éxtasis, al poco
un nuevo aplauso, más gritos, cojo el móvil para comprobar el resultado y en
ese momento aún chillan más, con estupor compruebo que la cosa es favorable a
Italia, justo entonces se lanza el penalti decisivo, el que deja a España fuera
de la final, los vítores son de no creerse, caigo en la cuenta de que se trata
de un restaurante italiano y que la decoración, a la vista de todo esto intuyo
que la clientela, dejaba muy claro a quién se apoyaba, de ahí que los aplausos
no coincidiesen con los aciertos españoles.