miércoles, 21 de julio de 2021

LO QUE FUE, LO QUE ES Y LO QUE SERÁ (OJALÁ)

 

Sábado 26:

 

LECTURAS DE AYER, LECTURAS DE HOY

 

   Empecé a leer a Alberto Vázquez-Figueroa, como a otros y a otras, por sugerencia/indicación de mi añorada Nati, Natividad Gutiérrez Val, a quien conocí cuando cursaba el tercer curso de BUP, aquella que no fue profesora mía en las aulas pero sí en tantos aspectos de la vida, fundamentalmente en los librescos; gracias a ella conocí a Isabel Allende, Alejo Carpentier, Mary Higgins Clark, Los 80 son nuestros en su origen como novela, títulos de lo más variado, sin etiquetas ni prejuicios, también llegué a Juan Rulfo siguiendo sus indicaciones, por eso he querido arrancar el programa con las primeras palabras de Pedro Páramo, como homenaje y agradecimiento, y porque frente a mí se ha sentado él, el autor español que ha batido tantos récords (algunos aún los ostenta, por más que haya quien, con todo conocimiento, pretenda ignorarlos y atribuírselos a otros), con una producción que supera el centenar de obras, el creador de Manaos, Tuareg, El perro, Océano o la serie Cienfuegos, personaje al que ha recuperado en Memorias de Cienfuegos, editado no hace mucho por Kolima, sello que está recuperando su extensísima producción con unas ediciones atractivísimas y actuales, demostrando que esas novelas aún tienen vigencia, cautivan tanto o más que entonces, dejando muy claro que aún nos queda por/que disfrutar en lo que a Vázquez-Figueroa se refiere: https://www.youtube.com/watch?v=S-qFL5hvWME&list=PLB3-fnCkxDciwVuzEPUxPDXlLB94uUAzE&index=4.


Domingo 27:

 

LECTURAS SIEMPRE VIVAS

 

   Si siempre me han conquistado/entusiasmado las librerías de lance, si me han parecido/parecen paraísos soñados hechos realidad, lugares rebosantes de magia en los que adentrarse sin brújula (o con ella, depende) y dejarse sorprender por lo que se encuentra, por lo que aparece, por que cae en tus manos, por ese libro que te esperaba, por aquel otro que (como me sucedió hace unos meses con Adiós, Volodia de Simone Signoret) llevabas años persiguiendo y llega/vuelve a ti el día que no preguntaste por él, si este tipo de librerías (cualquiera en realidad) es mi hogar, ahora que mi adorada Estíbaliz ha abierto una estoy pletórico. Se trata de Re-Read Madrid Atocha, en el número 15 del Paseo de la Infanta Isabel, todos los libros que se exhiben (casi nuevos) cuestan 3 euros (un precio casi imposible), pero es que si te llevas dos sólo pagas 5 y si reúnes (lo que no es demasiado complicado) cinco la suma total de la factura será de 10 euros. Todos aquellos que, ¡ay, dolor!, se dedican a expurgar y deshacerse de bibliotecas de sus mayores o de libros que, ¡ay, bendito!, les estorban o, simplemente, no quieren/no les gustaron, no tienen excusa (no la tenían antes) para abandonarlos en los contenedores de papel (o ni eso), denles nueva vida, no los arrojen a la calle, aquí se les encuentra un nuevo hogar, tráiganlos, serán bienvenidos (libros y lectores).


Lunes 28:

 

NO TODO ESTÁ ESCRITO




 

   Por más que sea un incondicional del género negro/detectivesco/policial en cualquiera de sus posibilidades/apellidos (siempre que no se promocione como lo que no es, engaños publicitarios al margen), comprendo y a veces comparto (en gran medida por lo señalado en el paréntesis anterior) el hartazgo que muchos pueden sentir, y de hecho a veces expresan en redes, ya que diríase que sólo se publican novelas que pueden ser presentadas con esa etiqueta, colocarse bajo ese paraguas, aprovecharse del talento/éxito ajeno para ofrecer tristes remedos (o ni eso) de títulos imbatibles que, además (ojo al dato), siguen proporcionado el mismo o mayor placer en la relectura, no importa que conozcamos de antemano las sorpresas. Por eso es tan gratificante cuando una novela como Donde haya tinieblas, publicada recientemente por Planeta, siguiendo unos parámetros clásicos, oliendo a las mejores esencias del género, aporta algo, va más allá, no se queda en lo arquetípico, demuestra ingenio, inyecta nueva vida sin alardear de ello, simplemente (como si lo fuera) trabajando con mimo cada pieza para que la maquinaria funcione al milímetro, sin engañar al lector, sin darle gato por liebre.

 

   Manuel Ríos San Martín, guionista de larguísimo recorrido y más que demostrada solvencia, da un paso de gigante como narrador con esta obra de enorme solidez, con esta propuesta que sorprende desde la primera línea, con el hallazgo de una voz muy particular que le da identidad propia, la del inspector Martínez, que es quien cuenta la historia según se va desarrollando (otro de los múltiples aciertos de la novela: se vive en tiempo real), un personaje impactante por su verismo, por su mordacidad, porque provoca muchas carcajadas con su retranca, porque resulta imposible no sentir simpatía por él a pesar de que a veces es un cincuentón ciertamente anticuado (o sea, lo que uno procura no ser). Compartiendo protagonista, la inspectora Pieldelobo, también creación magistral desde su apellido, un espléndido contrapunto que va más allá de lo que suele ser habitual en tanta escritura de urgencia/encargo/fórmula como abunda por estos (y otros) pagos, una pareja de investigadores que dota a la novela de una atmósfera de cercanía y naturalidad en la que el lector se adentra sin darse mucha cuenta de ello porque, en cuanto pasan unas páginas, ya está dentro y quiere permanecer ahí. Manejando/dosificando perfectamente la iconografía religiosa para que se comprenda todo sin necesidad de consultar enciclopedias (si uno lo hace es por gusto, por ampliar conocimientos, no para intentar entender una novela que se explica perfecta y totalmente), que no pretende epatar/escandalizar, que integra los diferentes elementos sin fisuras ni calzadores, el autor maneja con absoluta maestría el ritmo, el tempo (ahí es donde deja ver su faceta de guionista experimentado -y exitoso, todo hay que decirlo-), consigue que cada página importe/interese, entrega una novela policial de alto voltaje que nos deja con ganas de más (de) Manuel Ríos San Martín (y lo habrá próximamente en el programa de televisión, en el hermano pequeño de este blog).


Martes 29:

 

A VECES, SE IMPONE EL REPROCHE

 

   A pesar de no ser una de sus canciones más famosas (de hecho, pertenece a un trabajo de 1987 cuando su estrella, la que antes era sólo luz, empezaba a declinar), tarareo a menudo Pero ellos no son de mi tan admirada Mari Trini, especialmente el momento en que se pregunta “¿Para qué hacer reproches si nosotros fuimos igual?”. Está hablando de los jóvenes, de los que lo pasan fatal en el tránsito de niños a adultos (“eso no es nada anormal, es una prueba más que ganar”), esos cuya “sangre hierve como ruge el volcán”, esos a los que admira y disculpa porque “no es nada especial: acuérdate de tu pubertad”. Y, sí, Mari Trini, no te faltaba razón, la sigues teniendo en gran medida, pero a veces, ahora mismo con lo sucedido en Mallorca, no se puede aflojar la mano, menos aún ante la dizque defensa (yo la llamaría con más propiedad “complicidad”) de algunos padres o de esos abogados de pleitos pobres que abundan en las redes, esos que optan por el ataque frontal, esos que nos inquieren sobre nuestros viajes de fin de curso. No niego lo que bebimos, lo que no dormimos, lo que se intentó (y alguno consiguió) follar, lo que se fumó, esto y aquello, para nada (hablo del que hicimos en 1987, precisamente Nati fui una de las profesoras del instituto que nos acompañó), pero también visitamos el Parque Güell, la Sagrada Familia, el Museo Dalí en Figueras, no todo se nos fue en lo que algunos pretenden que normalicemos (hubo una noche en que se nos fue la mano y Juan, el profesor de Gimnasia, nos perseguía por los pasillos del hotel para, literalmente, encerrarnos en nuestras habitaciones, y asumimos el castigo por más que intentamos sortearlo, que nos escondimos en mil y un recovecos, o sea, sé de lo que hablo, no me vengan ahora con sandeces ni con traumas de medio pelo de niñatos descerebrados -sí, es lo que toca ser, pero todo tiene un límite, más cuando seguimos sufriendo los embates de una pandemia-).


Miércoles 30:

 

¿POR QUÉ PERDER LAS BUENAS MANERAS?

 

   Como contrapartida a esta anarquía sin sentido que algunos pretenden disfrazar de derecho a la libertad, como baluarte de la educación que antes se aprendía (digan lo que digan quienes no estaban allí) de manera natural y sin apenas imposiciones (es inevitable que los niños no quieran obedecer ni plegarse a lo que los padres/educadores les indican), paso por un quiosco del barrio, lo encuentro cerrado aunque es hora de actividad, veo que hay una nota manuscrita en la que puede leerse “Me voy a las 12.15. Me siento mal. Perdonen las molestias” y estoy tentando de pararme y aplaudir el gesto. ¿Qué hay que perdonarle a este buen hombre? Ojalá se recupere pronto.


Jueves 1:

 

PAUTA COMPLETA

 

   Poco hay que añadir en realidad a la entrada de hoy, ya lo dice el título, por fin me han puesto la segunda dosis de la vacuna y me da igual si voy tener los mismos dolores en el brazo que con la primera, si la cosa será peor, si me subirá la fiebre, si esto o aquello, esas molestias pasarán (y se perdonan con sumo gusto, al menos yo) y lo fundamental es coadyuvar a lograr la tan necesaria (y por desgracia parece que aún lejana) inmunidad de rebaño.


Viernes 2:

 

CUANDO NO ES PARA TANTO

 

   Hay en el barrio una taquería que, sea el día que sea, haga el tiempo que haga, siempre tiene una cola quilométrica que invade la estrecha acera de una de las calles en las que hace esquina, es un establecimiento pequeño que respeta lo justo lo de la distancia social y el aforo, pero que consiente se apelotone más gente de la debida/deseable en el exterior (algo que ya sucedía antes de la pandemia), pueden ser los mejores tacos de la ciudad (algo que no pongo en duda), pero jamás lo comprobaré, no si hay que esperar tanto tiempo y, además, comerlos de pie o por la calle (esto último no lo critico, pero no va conmigo, otra cosa es cómo la gente deja caer al suelo salsas, trozos de carne, siembra su rastro sin importarle una higa la limpieza, la salud, el simple pasear de los demás). Pero hoy una señora me vengó cuando caminaba delante de mí, sorteando como yo a tanta chavalería allí parada, hasta que preguntó a uno de ellos: “Oye, ¿qué pasa aquí, qué venden?” y cuando él le dijo que se trataba de una taquería replicó con infinito desprecio “¡Ah, sólo es una taquería!” y continuó su camino tan digna. ¡Brava!