miércoles, 24 de septiembre de 2014

NUEVA SALA EN LA CIUDAD







  La aventura comienza antes de acceder a la sala, puesto que para llegar a la misma hay que recorrer parte del enorme edificio que alberga el conjunto conocido como Teatros del Canal; siguiendo las amables y atentas indicaciones del personal, uno se siente protagonista de una caza del tesoro al tomar un ascensor, llegar casi a lo más alto de la construcción, abrir alguna puerta, doblar algunas esquinas y, de pronto, aparecer en la impresionante e impactante Sala Negra, el nuevo espacio que acaba de inaugurarse en el inicio de la temporada 2014-2015 (http://www.teatroscanal.com/teatros-del-canal/espacios-escenicos/); en una época en la que, en ocasiones, lo que se destaca, lo que es noticia, lo que llama la atención, lo que convoca público es más el lugar en que tiene lugar la representación que el espectáculo que se ofrece allí, en que se ha democratizado en exceso el nombre de “teatro”, en que incluso llega a tomarse en vano el mismo llamando/considerando como tal manifestaciones artísticas que no lo son (y a las que nadie niega su ingenio, su importancia, su afán creativo, sus logros, precisamente por ello deberíamos buscar su propio nombre –por mucho que el teatro sea su matriz, su impulso, su inspiración… cuando lo es-), en que se pone en valor lo que es tan sólo un aditamento, en que se da por buena cualquier iniciativa en nombre de la taquilla (cuando no se da un verdadero trasvase de público, bien por simple gesto, por altivez, por asunción de un mal entendido talante minoritario, por cuatro etiquetas displicentes dichas con tono peyorativo que se asumen como propias, bien porque se acostumbra al sucedáneo –en el sentido de lo pequeño- y rechaza el gran formato en sí mismo, negando independencia, riesgo, innovación, entrega o revolución), es una grandísima noticia que un teatro público haya reconvertido una sala de ensayo (eso pone en la entrada) en un lugar con tantas posibilidades, amplio, diáfano, con excelente acústica, que huele a mundo del espectáculo desde el primer vistazo (pudiera pensarse un a modo de plató –de estudio 1, jejejeje- que se hace necesario llenar).

   Es Albert Boadella, director de los Teatros del Canal, quien mediante un correo electrónico habla sobre la gestación y puesta en marcha de esta ya conocida como Sala Negra: “Nuestros teatros necesitaban un espacio más reducido para mostrar obras de pequeño formato que exigieran una proximidad con el espectador. Al mismo tiempo, también como teatro público, era obligado dar oportunidades a iniciativas de interés y que aún no tuvieran un prestigio suficiente para atraer al gran público. Llenar la Sala Roja y la Sala Verde requiere, por parte de los artistas, una cierta dimensión mediática. Colocar allí nuevas iniciativas es un riesgo para todos pero especialmente para los propios artistas que se pueden sentir fracasados sino no tienen suficiente audiencia. En definitiva, 100 personas en la Sala Roja es una hecatombe. Las mismas en la Sala negra es medio teatro”. Son, en efecto, 180 las localidades a ocupar (ya vemos que los conceptos “grande” y “pequeño” se diluyen cuando se insertan en el mundillo teatral, no pueden utilizarse con menosprecio ni como arma arrojadiza, son los efectos mágicos de este maravilloso veneno, no hay que dar nada por sabido ni por hecho, hay que seguir avanzando, estimulando al público, repitiendo la bendita ceremonia de alzar el telón –o apagar las luces de la sala e iluminar la escena-), asientos que, con la lógica distancia para que el espacio escénico tenga la amplitud debida y pueda abarcarse con la mirada, al no estar éste elevado, parecen una prolongación natural de lo que se utiliza como escenario: “El espectador agradece la proximidad. El teatro no es un arte al que la distancia le beneficie y en la Sala Negra el público se encuentra dentro de la obra”. Es muy pronto, obviamente, para hacer balance, hay que dar tiempo, el sueño se va materializando, apenas se cumple el primer mes de representaciones, pero Albert Boadella explica con emoción (al menos, uno la percibe leyendo entre líneas, viniendo éstas de un nombre que ama el teatro como pocos) y con las ideas muy claras por qué caminos le gustaría que transitase, con qué intención ha nacido la Sala Negra: “Los contenidos serán diversos como en las otras salas pero la variación más sustancial es en la forma. Todas aquellas obras que buscan nuevas formas de comunicación y posean una factura técnica impecable tendrán la posibilidad de ser programadas en la sala Negra. También es un espacio en el que las residencias que albergamos en el Centro Danza Canal podrán mostrar el resultado de su trabajo. No obstante, como los temas artísticos no son muy previsibles, resulta obvio que de momento consideramos esta primera fase como un tiempo de prueba y ese mismo tiempo ayudará a modificar lo que no hayamos previsto. Un espacio nuevo es algo tan complejo que necesita un rodaje para solventar la cantidad de imprevistos que surgen”.

   La obra escogida para abrir las puertas ha sido True West (El auténtico Oeste) que podrá verse hasta el próximo sábado 27 de septiembre (http://www.teatroscanal.com/espectaculo/true-west-autentico-oeste-teatro/); aunque uno no es demasiado fan de Sam Shepard, creo que es un autor con más prestigio del que merece (y muy alejado por mucho que lo intente y que algunos se empeñen en considerarle heredero de Faulkner o Steinbeck, sin la fuerza sincera e incontenible de Albee o el laconismo mordaz de Cormac McCarthy, por citar sólo algunos nombres factibles de integrarse en una tradición, en una manera de contar), lo cierto es que la desnudez que propicia el lugar, la negrura que lo rodea todo, la soledad y aislamiento que potencia la sala (a pesar de la cercanía del público), ayuda a que el texto sea algo más digerible (hecho que, sin duda, tampoco es ajeno a la mano maestra de José Carlos Plaza en la dirección), al margen de que siempre es una alegría ver en escena a la estupenda Inma Cuevas (aún resuenan los ecos de su prodigiosa interpretación en la espléndida Cerda de Juan Mairena –función que, por cierto, tras mantenerse un año en cartel en La Casa de la Portera, merecería encontrar un mejor albergue para continuar su éxito-) aunque su participación sea tan breve. Pero, como siempre sucede, es cuestión de gustos aunque lo importante es que la Sala Negra ha venido para quedarse (y para llenar a la vista de lo vivido el lunes pasado) y que el próximo 13 de octubre dará cobijo a uno de los espectáculos más recomendados del off madrileño en los últimos meses: Las niñas no deberían jugar al fútbol (http://www.teatroscanal.com/espectaculo/las-ninas-no-deberian-jugar-al-futbol-teatro/) y que Albert Boadella, inquieto, creativo, hombre de teatro hasta la médula, no quiere frenar, ya que considera que el proyecto Teatros del Canal no se cierra con la creación de la Sala Negra: “Sólo lo completa en parte porque significan tres formas distintas de ver el teatro. Sin embargo, no estaremos satisfechos hasta que en los 35000 metros cuadrados de que disponemos no quepa ni una aguja”.