DIME CÓMO CAMINAS…
Entre unas cosas y otras, de un tiempo a esta parte, en gran medida por
mi propio ánimo bronco y asocial tan disparado/reforzado (y con el que estoy
encantado, no me importa reconocerlo, todo lo contrario), también por mi
proverbial torpeza generalizada (que me lleva a protagonizar lo que llamo “un
Viyuela” sin tener las virtudes acrobáticas del fantástico actor), moverse por
el barrio, pasear con Fosco se ha convertido en una suerte de videojuego (por
tomarlo con cierto tono lúdico/jocoso) en la que es facilísimo perder la vida
(entiéndase la metáfora aunque son constantes las agresiones que uno recibe en
forma de socavones, zonas de obras mal señalizadas, invasivas y hasta
invasoras, bicicletas y patinetes campando a sus anchas o abandonados en
cualquier parte, vehículos de variado volumen que no respetan las horas de reparto
ni las zonas reservadas, lo que, sumado a otros obstáculos de los que ya he
dado cuenta por aquí, convierte en tarea casi imposible la de regresar a casa
incólume, impertérrito, ileso). Y, para colmo, como (casi) siempre, está esa
gente que pasea por zonas/aceras/calles estrechas que no están diseñadas para
eso (que, como decía en uno de sus monólogos Paco Martínez Soria, son sólo para
pasar), que camina especialmente despacio, que entorpece, hace tapón, puede que
absorta en el móvil, puede que con la cabeza gacha, atenta a la pantalla, puede
que contemplando una tienda cerrada (o abierta), un edificio a medio erigir, un
solar, una ventana, el escaso o amplio cielo que se ve, las famosas musarañas,
también hay quien simplemente deambula, me inquietan especialmente quienes se
encuentran parados y no parecen tener intención de seguir su camino (o de
iniciarlo, a veces creo que una nave alienígena acaba de depositarlos ahí, al
más puro estilo Sin noticias de Grub). Por supuesto, los que más abundan
(ya de antes, no nos acostumbremos a echar la culpa de todo a la pandemia, no
echemos balones fuera, no busquemos disculpas) son los que no saben/no quieren
saber salvo que les “beneficie” que se conduce (y camina) por la derecha, no es
tan complicado, no hay que pegarse a la pared como si esta te estuviese
abduciendo, depende de por qué acera y en qué dirección vayas, no es tan
difícil, revisad Barrio Sésamo, se aprende en una tarde (claro, que
viendo lo que se vota/defiende/justifica/vomita en Twitter me doy cuenta de lo
mucho que hay que explicar en lo que a derechas -e izquierdas- se refiere).
Miércoles 2:
VOCACIÓN
(NO) FRUSTRADA
Durante unos años, hasta aquel tercero de BUP del curso 1986-87, hasta
que conocí a Luis Landero, profesor de Lengua y Literatura en mi instituto,
decía a boca llena (y así lo pensaba/deseaba) que iba a estudiar Derecho, me
tiraba muchísimo el mundo de las leyes, de hecho lo sigue haciendo aunque desde
otra perspectiva, descubrí muy pronto que no me hubiese gustado ejercerlo, que
en realidad no tengo pasta para ello, que me había dejado encandilar por la
visión más o menos romántica que tantas películas (y series y novelas y obras
de teatro) han instalado en nuestros corazones, que por más que haya un
trasfondo/contenido real lo que se ve en pantalla es una recreación, una
sublimación, una (dicho en todos los sentidos) representación, algo, además,
que se parece muy poco (incluso en ejemplos rodados aquí) a lo que sucede en la
mayoría de las salas de juicio españolas. Pero tampoco puedo negar que el
aprendizaje hecho a través de la ficción (y de tantos títulos “inspirados en
hechos reales” -donde los diálogos, a veces, se han extraído de las
transcripciones de los procesos-) me ha venido muy bien como ciudadano y como
periodista, me ha familiarizado con conceptos, leyes, penas y demás y, dejando
a Perry Mason en lo que es (un personaje estupendo), he seguido en contacto con
un campo/mundo que, como digo, me sigue resultando muy atractivo, por más que
no fuese la vocación por la que tomé lo que no pasaba de querencia/interés (que
no he dejado de abonar en lo profesional, en lo personal y como espectador).
Por lo tanto, es fácil comprenderlo sólo con su título, he celebrado
muchísimo, ya antes de su lectura, el volumen Cine y Derecho. Togas en la
gran pantalla que ha escrito con proverbial sabiduría el magistrado Emérito
del Tribunal Constitucional Rafael de Mendizábal y que publicó el pasado febrero
la editorial Berenice (con prólogo de Eduardo Torres-Dulce, quien también aúna en
su persona ambos mundos). Es un amplio, particular, documentado y apasionante
recorrido por aquellas películas que más han interesado/cautivado al autor en
su doble vertiente de jurista y cinéfilo (aunque es vocablo que no le agrada
especialmente -yo lo empleo como sinónimo de apasionado por el séptimo arte,
sin las ínfulas dizque intelectuales con que algunos lo revisten/se lo
arrogan-), traza con viveza la biografía del espectador que ha sido (y es)
poniéndola en contacto con su labor profesional, analiza con sumo tino y, sobre
todo, conocimiento exhaustivo de la materia que da unidad a la curiosa (por
huir de algunos lugares comunes, de lo demasiado obvio) y certera selección de
títulos explicados, comentados, vividos, diseccionados, contemplados desde una
perspectiva inédita en algunos casos. Puede, en parte, tomarse con un manual de
Derecho en cuanto a los temas escogidos, abordados/esbozados en las películas,
germen o esencia de los guiones, así como por los que preocupan al jurista,
aquellos sobre los que diserta con el aval de su experiencia, con su formada y
sedimentada sapiencia. De este modo, títulos tan amados como Matar un
ruiseñor, Doce hombres sin piedad o ¿Vencedores o vencidos? adquieren
otra perspectiva, son valoradas (emplear “juzgadas” hubiera sido un chiste
fácil) no sólo (o no exactamente aunque también) por lo cinematográfico sino
por lo que transmiten/revelan, por los fundamentos jurídicos sobre los que
sustentan/construyen sus tramas. El libro proporciona unas cuantas sorpresas (como el hecho de incluir la
deliciosa La costilla de Adán, ese prodigio de George Cukor donde
Katherine Hepburn y Spencer Tracy gozaron y hacen gozar de lo lindo, una
brillantísima comedia que es, también, “una de juicios” -como decíamos antaño-),
despertando ganas incontenibles de revisar todos los títulos (o verlos por
primera vez) y reaviva en parte aquella pulsión adolescente que me hizo
considerar Derecho como mi primera opción universitaria, por más que no me arrepiento
de haberlo dejado a un lado, sigo apreciándolo gracias a obras tan apasionantes
y valiosas como la de Rafael de Mendizábal.
Jueves 3:
UN ROSTRO
DE MUJER
Alguien (y lo peor es que es una periodista) escribe un artículo que se
pretende encomiástico, que en gran medida lo es, pero que se sustenta en una
tesis digamos que errónea (por ser suaves), se presenta con un titular un tanto
ofensivo, tramposo, que busca llamar la atención, que no responde a su
contenido, que pone el foco en un asunto al que no debería concederse ni media
línea (que, por otro lado, está ampliamente superado tanto por la actriz a la
que atañe como por quienes llevamos admirándola desde que la descubriéramos en
aquella joya debida a Peter Jackson y titulada Criaturas celestiales),
un titular que supone reducir la excelente miniserie Mare of Easttown y
la portentosa interpretación de su protagonista, Kate Winslet, a un detalle que,
en todo caso, debería servir para alabarla y aplaudirla aún más, algo si me
apuran anecdótico con todo lo que hay para destacar y vitorear en uno de los
más grandes productos audiovisuales que hemos disfrutado en los últimos
tiempos. No voy a reproducir el titular, prefiero ignorar en lo posible la
inquina que brota con excesivas facilidad y virulencia, especialmente en ese
pozo infecto conocido como Twitter, cuando de hablar del aspecto físico de los
demás se trata, Kate Winslet me resulta fascinante porque me la creo, porque me
hace vibrar, porque me parece bellísima al mostrarse tal cual, tal y como debe
ser su personaje, porque hace olvidar que es una actriz, porque dota de alma,
de brillo, de presencia, de verdad, a la
mujer a la que da vida (pocas veces puede escribirse esta frase hecha con tanta
propiedad), porque no piensas en maquillajes ni en embellecedores, porque no se
trata de eso, porque ya la insultaron (y de qué manera -eso que aún no había
redes sociales, miedo da pensarlo-) cuando fue la heroína de Titanic (y
lo mejor del filme con permiso de Kathy Bates -otra que tal-) por no responder
a la estética imperante, por no plegarse a la dictadura de lo que se llama “belleza
normativa” (qué hubiera sido del arte si los creadores no hubiesen buscado sus
propias formas de expresión, tantas veces al margen de lo imperante/impuesto),
porque no pienso si está de este modo o de este otro (según algunos, claro),
sólo sé que ella por sí sola inunda la pantalla de talento, de feminidad, de
atractivo (y no sólo en lo meramente físico), de una madurez impagable e
incluso envidiable (ya lo señala el DLE, hermanándose con las palabras que Lillian
Hellman dedicó a su amiga Julia: es “el periodo de la vida en que se ha
alcanzado la plenitud vital”; después dice algo sobre la vejez, tan relativo
como lo anterior, sí, porque eso, al final, depende de cada uno -del que mira y
juzga y, para colmo, deja por escrito su mala baba-).
Viernes 4:
OTRO ROSTRO
DE MUJER
Recupero en una de las plataformas que tenemos en casa El doble más
quince, dirigida por Mikel Rueda, y me resulta muy interesante el
tratamiento naturalista y natural que hace de un asunto con muchísimas aristas,
el modo en que sabe arrinconar el moralismo para intentar adentrarse en los
sentimientos de sus personajes, que no tome el camino más fácil (y que, no nos
engañemos, le hubiese deparado más espectadores), por más que me quede con la
sensación de que es, en parte, una ocasión desperdiciada. Pero la impresionante
química que se establece entre su pareja protagonista me mantiene pegado a la
pantalla, Germán Alcarazu (al que conocía por un largometraje anterior del
mismo director, A escondidas) me impacta con su aparente facilidad para reflejar
el cerebro y el corazón desbocados de un chaval con infinidad de preguntas y
ninguna respuesta, no recurre a ningún cliché, a lo que por desgracia es
habitual en tantos a los que cuesta llamar actores pero acumulan seguidores en
redes (y proporcionando espectadores, no lo voy a negar). Maribel Verdú es de
esas actrices que necesita encontrar carne que morder, asidero al que
agarrarse, terreno firme que pisar; cuando no es así, su indudable oficio hace
el resto pero deja un regusto amargo en quien la conoce y valora desde que
tapase tantas bocas en Amantes, uno se queda con la sensación de que no
ha podido dar todo lo que tiene, aunque se haya elevado (lo ha hecho muchas
veces) por encima del conjunto, incluso de lo exigido (que esa es otra). En
este caso, llega hasta la médula, construye el personaje con valentía, con absoluta
entrega, transpirando verosimilitud, superando el arquetipo, regalándonos
(también a la película, a la que hace subir enteros) un plano final antológico
donde sus ojos, sus hombros, su expresión, su rostro, cuentan y transmiten
mucho más de lo que hay en el guion (o de lo que ha quedado por ahí
esbozado/desaprovechado).
Sábado 5:
SIN RENEGAR
DE LO LEÍDO
Leía todo lo que caía en mis manos, también algunos compañeros de
colegio (las chicas sobre todo, creo que lo he señalado -y agradecido- muchas
veces), nada nos llamaba más que la atención que los libros que conocíamos a
través de películas y/o series, qué decir si además llevaba la etiqueta del
escándalo, el sambenito de lo prohibido, provocaban la alarma y hasta la furia
de la madre de Joaquín (en parte, fue culpa suya que leyera a Harold Robbins y otros
de aquella cuadrilla). Así nos atrapó El valle de las muñecas, ¿por qué
no recordar lo que en su momento fue un hito? Por encima de todo, leemos como diversión,
como entretenimiento, los bostezos y la “altura” se la dejamos a otros, así
como la impostura y la dizque erudición, por eso Pablo nos cuenta chascarrillos
sobre Jacqueline Susann y su novela más famosa y pasamos un rato estupendo como
puede comprobar quien pulse sobre el siguiente enlace: http://www.dejatedehistorias.es/wordpress/2021/06/05/el-valle-de-las-munecas-y-jacqueline-susan-el-arpa-de-becquer-dejatetv/.