jueves, 3 de junio de 2021

CENTRO DE GRAVEDAD PERMANENTE

 

Viernes 21:

 

REINO DE HECHIZOS

 

   Hubo un tiempo en que Franco Battiato sonaba insistentemente, encadenaba un éxito tras otro, gustaba a gente de cualquier edad, unos se dejaban envolver por la melodía, por el ritmo, por la atmósfera conseguida en cada composición, algunos escudriñaban sus un tanto imposibles letras, buscaban los mensajes ocultos, las referencias, intentaban simplificar lo que era -creo- una de sus máximas virtudes, una indudable complejidad temática, el uso de conceptos/realidades/ficciones impensables en lo que solía entenderse por música comercial, la fascinación de lo extraño, lo inexpugnable y al mismo tiempo fácil de asumir, tardé mucho en entender mínimamente lo que decía/sugería en Cuccurrucucú pero no podía dejar de tararearla, y eso que es una canción un tanto difícil de cantar porque rompe la métrica sin cesar; esa era otra de sus cualidades, no tomaba el camino trillado/popular, pero nos hechizaba cual flautista de Hamelin, yendo a contracorriente, bebiendo de los clásicos para malearlos, olvidarlos, buscar su propia voz, ganando tanto adeptos que se las daban de intelectuales (y que tal vez eran los que menos se enteraban de la historia) como muchísimos seguidores fascinados por su presencia, por su personaje, por su personalidad, battiatanos que a lo que menos atendían era a la música, del mismo modo que la mayoría (y hablo de personas muy diferentes: amigos, familiares, críticos, gente a la que escuché opinar sobre él, incluso a cosas que he leído en estos días con motivo de su muerte) no nos hacíamos ninguna pregunta, no buscábamos respuestas, simplemente aceptábamos su invitación a transportarnos, a imaginar, a soñar, a evocar, a descubrir a los balineses en días de fiesta, a ser nómadas que encontraban su rincón de tranquilidad mientras todo giraba en torno a la estancia.

 

   Un día, de repente, dejé de escucharle, era un recuerdo indestructible, seguía admirándole pero en sordina, en ausencia, sin regresar a su música, esa que he recuperado como homenaje y que ha preservado tantas emociones de entonces, de ahora, jirones de aquel corazón que, en gran medida, sigue siendo este, porque ni la distancia ni el digamos olvido han hecho que varíe lo que pienso (y siento) de algunas cosas, de alguna gente.


Sábado 22:


NUESTROS CLÁSICOS, LOS DE TODOS

 

   Pablo y yo seguimos rindiendo tributo a aquellas lecturas de cuando éramos chavales, muy niños en algunos casos, lo primero que fue cayendo en nuestras manos gracias en gran parte a la se supone nefasta televisión, la bestia negra de tantos padres de aquella época, el origen (se suponía) de todas las desdichas, el comecocos a evitar (y, sin embargo, perdón por la pedantería, un servidor la veía compulsivamente, capturado también por las historias contadas en imágenes, y exhibía un expediente escolar que no podían ni soñar aquellos -sus padres- a los que se les prohibía y apagaba). Gracias a los dibujos animados fueron/fuimos muchísimos los que, de un modo natural, nos sumergimos en las páginas protagonizadas por Heidi, Tom Sawyer, Don Quijote, Tarzán y algunos más a los que recordamos en el programa de esta semana: http://www.dejatedehistorias.es/wordpress/2021/05/22/libros-que-se-convirtieron-en-anime-y-viceversa-el-arpa-de-becquer-dejatetv/.


Domingo 23:


“SEMOS EUROPEOS”

 

   Sin esperarlo, sin buscarlo, sin planificarlo, de un modo puede decirse orgánico, a través del WhatsApp, he vivido un Festival de Eurovisión a la vieja usanza, casi como el de aquellos años en que la fecha estaba marcada en rojo, era una cita imperdible, nos sentíamos privilegiados, era como abandonar la rutina, la grisura, el devenir, de pronto estábamos comunicados con Europa, veíamos lo mismo a la vez, la fiesta solía prolongarse hasta altas horas de la noche, no había sueño, aquello se veía y vivía hasta el final. Resulta que Natalia, una de las componentes del club de lectura, cuenta en el grupo general que lo está viendo, yo le regalo una de mis ironías sobre las canciones que llevamos, creo que cuatro hasta ese momento, Yoli también escribe, Ana (que está viviendo una situación personal muy delicada) dice que se lo ha puesto como terapia/anestesia, alguna más se une, para no saturar ni dar la lata nos trasladamos a otro grupo abierto ex profeso para la ocasión, nos desatamos, nos morimos de la risa, nos cae fatal el ñoño del suizo (más aún si Carlotiña Corredera va a atribuirse -seguro que sí- parte o todo el triunfo si lo consigue), despellejamos a propios y extraños, es un rato fantástico en el que se diría que no ha pasado el tiempo, que hay cosas que permanecen (aunque echemos de menos el antiguo ritual de votaciones y temazos como Save Your Kisses for Me o la esplendorosa verticalidad de Betty Missiego).


Lunes 24:


A QUÉ LLAMAMOS EJEMPLAR




 

   Como no fue en forma de dibujo animado, Pippi Calzaslargas no apareció en el recorrido que Pablo y yo hicimos en el programa, pero también a ella la conocimos primero como protagonista, como heroína, como referente, a través de una antológica serie de televisión. Una chica libre, libérrima, libertaria, independiente, valiente, admirable, una huella que por desgracia hemos enterrado, un icono al que nos referimos con un tono entrañable pero poco (o nada) más, como algo pasado y superado. Por fortuna, una escritora especializada en los más pequeños, en los chavales, María Menéndez-Ponte, la reivindica reconociéndose heredera de la criatura de Astrid Lindgren en su hilarante y emocionante (en todos los sentidos) Verónica Torres se rebela contra el mundo que, con magníficas ilustraciones de Ayesha L. Rubio, ha publicado recientemente Duomo. Dice la autora que este es el libro que más le han pedido sus lectores, una especie de memorias, una historia autobiográfica, la niña que fue (y que sigue siendo) revive en estas páginas a ratos nostálgicas, siempre estimulantes y contagiosas. A buen seguro, más de uno encerraría a Pippi, la prohibiría, la condenaría al ostracismo (ya en su día había quien decía ciertas lindezas que prefiero no repetir), María demuestra todo lo positivo que hubo, que sigue habiendo en alguien como ella, su gran corazón, su hedonismo práctico, su inteligencia natural, su saber sacarse las castañas del fuego, su “aquí estoy yo”, su lucha contra las injusticias tanto sociales como emocionales, su impagable y honesto feminismo, su arrebatador humanismo. Todo eso y algunas cosas más nada baladíes se respira en este gozoso libro.


Martes 25:


LA COMIDA NO SE TIRA

 

   Los paseos con Fosco siguen siendo problemáticos en el sentido de lo que uno se encuentra, de gente con la que se topa, de la inconsciencia reinante, del egoísmo cada día más desatado, del incivismo generalizado, de los múltiples obstáculos de cualquier tipo que hay que esquivar. Una de las cosas que me pone de peor humor es la de comida que literalmente hay tirada en la calle, no hablo sólo de aquellos desperdicios que rebosan contenedores, que hacen estallar bolsas poco, mal o nada cerradas, los miles de rastros de quienes se sientan en cualquier parte a comer y desperdician más que engullen, así lo atestiguan las alitas de pollo, trozos de pizza, patatas fritas, bebidas derramadas, latas y/o vasos de cartón pisoteados, vidrios, un cuadro desolador. No puedo evitar pensar en tanta gente que pasa hambre, que incluso muere de ella, mientras se desperdician cada día cantidades industriales de comida, no sólo la que compramos de más, la que no consumimos, la que nos caduca, de la que nos cansamos, sino esa que alfombra las terrazas de bares/restaurantes, las aceras, nuestro transcurrir cotidiano, no es que me enfurezca, es que me lleno de odio (lo digo como lo siento).


Martes 25:


VALOR SEGURO




 

   Como decíamos, cada uno interpreta a su modo (incluso las frases menos complejas) las canciones de Franco Battiato, por eso, aunque soy de pocas certezas, aunque siempre he sido más de seguir preguntando y preguntándome, aunque me gusta pensar que siempre estamos a tiempo de mejorar, de evolucionar, de seguir creciendo, me siento seguro cuando reafirmo algunas cosas, cuando compruebo/confirmo que, como en este caso, hay escritores en los que puedo seguir confiando, que no voy a sentirme decepcionado, que la aventura lectora junto a ellos gana enteros, que renuevo entusiasmado mis elogios y parabienes. Y eso es lo que he experimentado con Pleamar, el nuevo título de mi tan querido Antonio Mercero que ha publicado Alfaguara, la constatación de que en el género negro ha encontrado su territorio, una novela que (y prometo que lo tenía difícil porque lo que consiguió allí me parece insuperable -desde luego, inalcanzable para muchos-) puede compartir sin complejos honores con sus trabajos anteriores, las dos historias protagonizadas por Sofía Luna, ese personaje admirable en sí y como creación. Antonio sabe enganchar, atrapar desde las primeras líneas, maneja con soltura y eficacia los resortes y convenciones (que no convencionalismos) del género, no da gato por liebre, no confunde (pero sí despista, es lo que toca, es lo divertido, es el reto para el que lee), no engaña (en la resolución final, antes lo procura -y consigue- para que no la tengamos clara) y, encima, se saca de la manga a los inspectores Darío Mur (lector voraz, cómo no empatizar -a ratos- con él) y Nieves González, dos personajes (es norma de la casa) bien acabados, poliédricos, con enormes posibilidades, personajes con recovecos, con mochilas emocionales muy cargadas, que, sin embargo, como ya sucedía con Sofía Luna, no anulan lo primordial, es decir, la investigación policial, el enigma por desentrañar, el crimen a resolver, eso que tantos que (afirman) escriben novela dizque negra suelen olvidar. Antonio Mercero es un escritor de infinita honestidad que pone la trama y a los lectores por delante de sí mismo, por eso se le lee con gran intensidad y enorme disfrute.