Será por mi verborragia, será por, como tantas veces he reconocido y
agradecido, haber crecido escuchando la radio, viendo la televisión,
aprendiendo de los más grandes, el caso es que, como algo natural, ya antes de
pensar en ejercer la profesión, siempre he tenido querencia por las
entrevistas, por la conversación, por la oportunidad y privilegio de poder
preguntar a gentes a las que admiras y respetas, a quienes te interesan/importan,
a quienes tienen algo que contar; soy una ametralladora hablando, sí, no logro
el sosiego, pero, al mismo tiempo, sobre todo en las lides periodísticas, soy
un magnífico oyente (y así, permítanme la medalla, me lo han reconocido durante
mucho tiempo los que cumplían con esa función al otro lado del micrófono). Hace
mucho tiempo, cuando coincidíamos en tantas cosas, Juan Mairena me propuso
hacer una serie para el periódico vecinal que dirigía inspirada en la durante
mucho tiempo imprescindible entrevista que el gran Feliciano Fidalgo hacía los
domingos en la última de El País, es decir, preguntas cortas, respuestas
rápidas, pasando de lo lógico y/o noticioso del personaje a la frase de una
canción, a un refrán, a una ironía, así nació la entrevista In fraganti de
la que hablé precisamente en la segunda entrega de este blog ya que el primero
en someterse a ella fue Bigas Luna, cuyo fallecimiento hubo que lamentar en ese
momento. Años después recuperé la idea, un tanto retocada/mejorada (en el
sentido de contar con más tiempo/espacio), para los últimos meses de Cita a
las dos y Miguel Ángel Yáñez la tituló La entrevista pertinente
(aunque fui desarrollando, digámoslo así, algo de impertinencia porque convertí
en un clásico empezar alguna pregunta especialmente jocosa con la muletilla “sin
acritud…”). Cuando el invitado era un escritor, solía recurrir a frases del
libro que viniese a presentar, frases que me hubieran llamado la atención por
diferentes razones y que le devolvía, a veces sin más comentario, para que
partiese de ellas y contase algo más. Así, con el tiempo, ya en RNE, primero
con Miguel Ángel y después con Beatriz Pécker, nació Juego de palabras.
A la hora de plantearme una entrevista a Xacobe Pato sobre su
divertidísimo Seré feliz mañana, su debut literario, la ópera prima publicada
recientemente por Espasa, pensé que era hora de recuperar ese formato porque,
al tratarse de un diario, de los textos que semanalmente publica en Instagram,
al ser algo tan directo, personal, íntimo, cotidiano y, al mismo tiempo, tan
universal, permitía como pocas obras el hecho de poder trocearla, quedarse con
unas palabras, tomar esta sentencia aquí y esta allá, reaccionar como lector y
que él mismo, tal y como hiciera en su momento, se pronunciase de manera
espontánea sobre aquello. Por lo tanto, poco más, hoy les castigo poco; decir
simplemente que Xacobe trabaja como librero en Cronopios, un lugar de Santiago
de Compostela que espero poder visitar pronto, lo demás, con alguna intervención
mía, lo dice/escribe él, vamos ya con la primera cita:
P.- “(…) pienso que la vida es sobre todo lo que no enseñamos, lo que
más nos interesaría saber de los demás y nunca sabremos, es decir, lo que pasa
entre story y story”. Coincido con ello, pero no deja de resultarme
curioso alguien que ha llegado aquí gracias precisamente a lo que enseña, a lo
que publica en las redes, aunque no sea todo lo que hagas, desde luego…
R.- Laura Ferrero lo menciona en el prólogo cuando habla de la teoría
del iceberg de Hemingway, es decir, que todo relato debe enseñar una parte y
dejar cosas por debajo. Me parece que eso se aplica a lo que hacemos en las
redes sociales: por mucho que alguien se exponga, lo más importante siempre va
a ir por debajo. Me gusta pensar que en este diario pasa algo de eso y, al
mismo tiempo, soy lo que cuento pero también lo que no y es el lector quien
puede llegar a interpretar mi estado de ánimo a partir del relato que hago no
porque lo diga directamente.
P.- Y así, tal vez de algún modo relacionado con esto, escribes en otro
momento una frase que, confieso, estoy tentado de colgar en la nevera: “No
soy mejor persona que Donald Trump: construiría un muro altísimo entre el mundo
físico y el digital”.
R.- Es algo que me pasa mucho porque, como trabajo de cara al
público, no se trata de que tienes una red social, tienes cierto número de
seguidores, cierta relevancia, pero luego estás en tu casa y te olvidas. A la
librería viene gente que me dice “te sigo en Instagram”, que está muy bien,
pero en Instagram sientes que estás protegido por una pantalla y la cosa cambia
cara a cara: me hace cierta gracia desvirtualizar a las personas que conoces en
redes, pero tiene ocurre lo contrario porque, claro, de repente eres consciente
de que tu familia, si está en redes, puede ver todas las maldades que haces en
Twitter, jajaja. He pensado a veces abrir una cuenta anónima para que no se
mezclen los dos mundos, pero ya es tarde para eso. Llevemos los años que llevemos
en ellas, con las redes sociales siempre vamos a ser conejillos de indias,
seguimos siendo un tanto inconscientes en lo que a su uso se refiere.
P.- Y, sin abandonar este asunto, afirmas algo que rubrico: “Al
final, Twitter no es más que un desagüe social perfecto, una alcantarilla de
opiniones chungas imprescindible”. Totalmente de acuerdo: por más que
reneguemos, lo necesitamos…
R.- Sí, sí, nos hace falta porque así las tenemos controladas en
Twitter y no las vamos soltando en otros foros. Además, esto lo escribí en una
época en que me salí de la red y fui consciente de que esa cadencia de ir
opinando sobre lo que pasa se necesita y, si no lo pones en Twitter, se lo vas
diciendo a la gente, “¿Has visto lo último del Gobierno?”, “¿Y la última película
de este o aquel?”, sin importarte que nadie quiera escucharlo. Por eso está
bien que exista un sitio donde podamos desahogarnos.
P.- Twitter es la red que menos uso, pero en alguna ocasión he
sentido la tentación de reciclar mi cuenta y publicar en ella todo lo que no
publico en Instagram o sobre lo que no escribo en el blog, es decir, las
películas que no me gustan, los libros que me aburren, pero al final me quedo
como estoy que no me va mal…
R.- Sí, es cierto que en Twitter, a diferencia de las otras redes,
prima más lo que no nos gusta, vamos a quejarnos, ponemos el pantallazo de una
página descontextualizada, se ridiculiza a este o a aquel, me parece que al
final eso no tiene mucho recorrido…
P.- Por eso, precisamente, centrémonos ahora en esto: “Yo
creo que habría que desdramatizar las opiniones que los demás tienen sobre
nosotros y sobre lo que hacemos. Y, por supuesto y por encima, habría que
quitarle trascendencia a nuestras propias opiniones”.
R.- Creo que las personas más interesantes son las que saben
reírse de ellas mismas, aunque el otro día leía una entrevista de Iñaki
Uriarte, que le cito bastante en el diario, donde decía que nadie se ríe
realmente de sí mismo o se hace sólo hasta cierto punto. Yo intento no tomarme
muy en serio y creo que lo consigo bastante. Lo que me cuesta más es lo de las
opiniones de los otros, es algo más aspiracional que real: me sigue afectando,
para bien o para mal, lo que dicen los demás.
P.- Me parece que nos pasa a la mayoría: por mucho que digas o
muy bien que lo lleves, al final es lo que opinan los demás sobre ti y te
afecta…
R.- También lo digo: no se trata tanto de la opinión de la gente a la
que queremos porque tiene cierto sentido que nos importe como de aquella gente
a lo que no queremos o ni siquiera conocemos, un comentario que te pilla así
como a traspié te puede herir muchísimo. Hay gente más acostumbrada a recibir
críticas y sabe hacerse un escudo, pero en general, como digo, es una
aspiración más que otra cosa.
P.- Das un consejo que me encanta y que reconozco haber
dicho en la radio o haberlo escrito aquí y allá: “Si en la faja de un libro
comparan al autor con algún clásico, lee directamente al clásico y eso que te
ahorras”.
P.- Nunca he entendido las fajas en que se habla de que es
igual que no sé quién o el nuevo no sé cuántos, si le consideran, por ejemplo,
“el nuevo Raymond Chandler”, creo que será mejor leer al original. Espero que
esto no se vuelva contra mí, me coloquen una faja en que me comparen con algún
autor clásico y verás lo que dejo de vender, jajaja. ¡Intentaré pedir que no lo
hagan! Las cosas como son, creo que las editoriales abusan muchísimo de las
comparaciones.
P.- Es algo que me saca de quicio, te reconozco: hay quien para
alabar a alguien no sabe hacer otra cosa que afirmar lo que decías, “el nuevo
tal”, “la nueva cual”, o sea, como si no tuviera valor por sí mismo…
R.- Eso es y además creo que la mayoría de las veces no se le hace
ningún favor, sea a un actor, un futbolista, un escritor, lo que sea. Entiendo
que puedes poner en contexto, se tocan ciertos temas, se aborda tal género,
pero eso suele irse de madre y al final el halago termina siendo más una cruz
que un favor.
P.- Y dices algo que uno ha vivido en muchas ocasiones sobre
todo cuando hacía radio: “De todas formas, recomendar libros es como jugar
al fútbol de portero. Puedes acertar tres, cinco, diez veces, que siempre vas a
ser más recordado por tus errores”. ¡Madre mía, como le recomiendes a
alguien una película, un libro, una serie y no le guste!
R.- Uso bastante Instagram para recomendar libros más que otras cosas,
por supuesto lo hago en mi trabajo a diario, y tengo comprobado que si recomiendas
un libro que gusta no importa mucho, “oye, me ha gustado, dame otro como este”,
no te llevas ningún mérito y encima te provoca presión. Pero como falles una
vez todo el rato están recordándolo “no me des uno como aquel de esa vez, que
tuve que dejarlo” y se enfadan muchísimo.
P.- Yo tuve una compañera que, a la que podía, meses y meses
después del estreno, si hablábamos de cine en la redacción siempre decía: “Anda,
anda, que pusiste muy bien “El perfume” y me pareció espantosa”. ¡Como si
la hubiese rodado yo!
R.- Y es aún peor cuando llegan todo indignados y te dicen que esa película
es para idiotas, no saben criticarla de otro modo y te lo llaman a la cara sin
cortarse, oye…
P.- De esas hay tantas… No nos desviemos y recordemos a Borges
como haces tú: “Lo que más disfruto de trabajar en una librería es poder ejercer
una censura sutil pero efectiva, inclusiva y a veces hasta cruel. ¡Nunca
gratuita! Lo decía Borges en una cita bien conocida: «Ordenar bibliotecas es ejercer,
de un modo modesto y silencioso, el arte de la crítica». Hacerlo en una librería
es la variante comercial y ruidosa”.
R.- Los autores harían bien en llevarse bien con los libreros porque
al final son los que te colocan, te ponen o no en el escaparate, te destacan, es
algo que debería tenerse más en cuenta. Nunca vas a ser deshonesto porque tu
trabajo es recomendar libros que puedan gustar a los clientes, pero lo otro lo
hago, jajaja. Se ejerce la crítica de un modo sutil, pero muy venenoso.
P.- “(…) cualquier cosa que busques en Internet te acaba
llevando tarde o temprano al porno o a diagnosticar tu propia muerte”, yo
diría que sobre todo lo segundo, ¿no?
R.- Sí, sobre todo lo segundo y lo primero cada vez menos, jajaja. Te
pones a buscar, vas pinchando y llegas a algo que pone “síntomas” o “peligro de
muerte”, yo siempre acabo ahí aunque esté buscando un dato de un actor, de
verdad.
P.- Hablando de cine, esto que viene ahora lo he subrayado
varias veces: “Me recordó a las películas de superhéroes modernas, en las
que, con tanto traumita, ya no sabes si estás viendo “Batman” o una de Haneke”.
R.- Cuando éramos chavales, las películas de superhéroes eran eso,
sin más: solucionaban cosas a los demás no para superar sus traumas de infancia.
Sí, ellos también tienen derecho a tenerlos, claro, pero hay películas que
olvidan lo de salvar a la humanidad, las rutinas de los superhéroes, y yo creo
que podrían compatibilizarlo: un par de días al psicólogo, pero luego en el fin
de semana darle caña a eso de salvar el mundo.
P.- Y aquí volvemos a lo de antes: reivindicas esto y te llaman
tonto o, por lo menos, superficial…
R.- Ahí también aparece el tema de “no te gusta porque no lo
entiendes” y eso me repatea. Reconozco que tiendo a lo frívolo, sí, pero lo profundo
también me puede interesar, no es cuestión de entenderlo o no.
P.- Otra con la que das en el clavo: “Me causa verdadera
amargura que un artículo con el que estoy de acuerdo esté mal escrito”. Aunque
yo añadiría, o pondría por delante, un tuit con faltas de ortografía:
por más que me parezca genial, si las hay paso…
R.- También pasa con los tuyos, ¿no? Te das cuenta de que hay una
errata, pero tiene likes y retuits y no lo quitas para no perderlos, jajaja. Entonces,
recurres a lo de “ni un tuit sin errata” pero lo mantienes… Con lo de los artículos
lo paso muy mal porque hay gente con la que nunca estoy de acuerdo y me encanta
cómo escribe, pero que pase al revés es terrible: no puedo compartir un
artículo que me parezca mal escrito porque mucho que coincida con lo que
dice.
P.- “Yo no sé en otros lados, pero en Galicia la mejor cosa que hay
es las abuelas”. En otros también, ya te lo digo yo, jajaja…
R.- Son esas dudas que tenemos todos, pero es así, jajaja. Es de esas
opiniones que no caducan: así como otras las voy cambiando o adaptando, pero
esto lo mantengo. Y es cierto que he conocido a abuelas madrileñas fantásticas,
lo son todas, seguro, las abuelas no tienen comparación.
P.- Son mundo y personas aparte…
R.- Además, en mi caso me influyeron mucho en mi forma de escribir:
una porque perdió la memoria y creo que por eso escribo diarios, para no perder
lo vivido; la otra era muy fantasiosa, pero era muy divertida.
P.- De su abuela sacó García Márquez Macondo…
R.- Y yo hablo del mío en el libro: el pueblo de mi abuela.
P.- Exacto. Con esta frase he llegado a conmoverme porque te he
visto como un alma gemela: “Lo grave no es tanto actuar como un señor mayor,
que ya venía pasando, como que me guste”.
R.- Y eso aparece al principio, pero eso ha ido a más: prefiero el
vermut que las copas de noche, la sobremesa que la discoteca, estoy muy metido
en ese mundo ni tengo melancolía por mis veinte años, jajaja.
P.- Hay algunas cosas que no son citas concretas, pero quiero
comentar contigo: la primera, Luisito Rey.
R.- ¡Qué malvado en la serie!
P.- Como te
llevo unos años, para mí fue conocido antes de ser “el padre de Luis Miguel”,
antes de que el niño empezase a cantar…
R.- Yo lo conocí por la serie de Netflix, claro, serie que nos marcó
tanto que mi novia y yo investigamos sobre Luis Miguel, sólo escuchábamos su música
y, claro, descubrimos a su padre, personaje fascinante.
P.- Asunto Murakami, más aún con lo del Nobel tan reciente
[mantuvimos la entrevista al día siguiente de su concesión]: “El hombre que
todo lo hace bien, el tipo sereno, el típico majo”. Me ocurre como a ti: no
le soporto.
R.- Me sabe mal, pero soy hater, que abundan, aunque también tiene
muchos fans, desde luego. Es alguien que genera odios y amores extremos, pero
yo deserté.
P.- Aquí sí vuelvo a citarte: “Todo aquel que se pare a
pensarlo tendrá una opinión sobre cuál es la frase más mítica de la historia
del cine. Da igual: «A Rizzo le han hecho un bombo» no será superada nunca”.
¡Y eso que no viviste el estreno, lo que fue entonces!
R.- Claro, yo la vi en televisión de pequeño, la ponían y ponen
mucho, y creo que hizo mucho en favor de los anticonceptivos, jajaja. Es una
secuencia genial y flipé con esa frase. Soy muy fan de “Grease”.
P.- Me gusta que pidas “un respetito” para Boyero, hace
poco escribí sobre el asunto en Instagram: lo fácil es decir que si está gagá,
que si no interesa su opinión, pero hay que analizar por qué dice lo que dice,
lo que argumenta, sin olvidar que los tuits después del pase para la prensa de
la película que terminó ganando la Concha de Oro y casi todo el palmarés fueron
demoledores en su mayoría. Pero sólo nos quedamos con que él reconoce haberse
salido de la proyección…
R.- Hay figuras a las que resulta fácil atacar de un modo tramposo y
tirarlas abajo con lo mismo de lo que critican, “qué crítica fácil”, tal y cual,
vamos, lo suyo está muy elaborado, sí, jajaja. Es alguien que polariza, desde
luego, pero gracias a lo que él ha escrito he visto “Mad Men” o “Los Soprano”,
he leído “Suave es la noche”, uno de los libros de mi vida, por eso pido un
respetito, tiene una trayectoria que le respalda.
P.- Y, además, es honesto porque reconoce que se salió de la
sala, no vende la moto, no finge haber visto lo que no, como hacen muchos en la
crítica en general…
R.- Él se moja siempre y sabes que está opinando lo que piensa, te
puedes fiar, no se pliega a nada, no se corta, se la pela, jajaja…
P.- Por último, una frase que veremos si sigues estando de acuerdo
con ella: “Hoy me hicieron otra entrevista para la tele. No he aprendido a
contestar sin hacer el ridículo, pero sí a no contar a nadie dónde ni cuándo
sale”.
R.- Sí, no me has sacado ninguna frase de la que me avergüence, jajaja.
Y, sí, aún me pasa: nunca sé muy bien lo que digo cuando me preguntan cosas
hasta que lo leo después o me veo en la tele o me escucho en la radio y no me
gusta nada hacerlo, pero hago ese ejercicio por si puedo mejorar para la
siguiente. Pero lo que ya no hago es avisar sin haberme visto o espero a leerla
para compartirla en redes, depende de cómo me vea, jajaja. También me pasa con
las fotos: si utilizan unas que no me gustan, no comparto la entrevista.
P.- Yo creo que esta la compartirás, pero ya la leerás y me dirás…
Y espero su respuesta, otra más, la última, también puede que la primera,
según lo miremos, puesto que en la despedida me lanza un guante cómplice que
recojo: dice que en otra ocasión debo decirle aquellas frases con las que no
estoy de acuerdo, de las que discrepo o matizo, y me parece una idea sensacional,
eso sí, puede que entonces haya que hablar de una entrevista impertinente, ya
lo veremos dentro de un tiempo (eso si, tras leer esta, queda contento con lo
que ha dicho -algo de lo que no puedo responsabilizarme-).