sábado, 24 de octubre de 2020

PERTINENTES JUEGOS DE PALABRAS

 



   Será por mi verborragia, será por, como tantas veces he reconocido y agradecido, haber crecido escuchando la radio, viendo la televisión, aprendiendo de los más grandes, el caso es que, como algo natural, ya antes de pensar en ejercer la profesión, siempre he tenido querencia por las entrevistas, por la conversación, por la oportunidad y privilegio de poder preguntar a gentes a las que admiras y respetas, a quienes te interesan/importan, a quienes tienen algo que contar; soy una ametralladora hablando, sí, no logro el sosiego, pero, al mismo tiempo, sobre todo en las lides periodísticas, soy un magnífico oyente (y así, permítanme la medalla, me lo han reconocido durante mucho tiempo los que cumplían con esa función al otro lado del micrófono). Hace mucho tiempo, cuando coincidíamos en tantas cosas, Juan Mairena me propuso hacer una serie para el periódico vecinal que dirigía inspirada en la durante mucho tiempo imprescindible entrevista que el gran Feliciano Fidalgo hacía los domingos en la última de El País, es decir, preguntas cortas, respuestas rápidas, pasando de lo lógico y/o noticioso del personaje a la frase de una canción, a un refrán, a una ironía, así nació la entrevista In fraganti de la que hablé precisamente en la segunda entrega de este blog ya que el primero en someterse a ella fue Bigas Luna, cuyo fallecimiento hubo que lamentar en ese momento. Años después recuperé la idea, un tanto retocada/mejorada (en el sentido de contar con más tiempo/espacio), para los últimos meses de Cita a las dos y Miguel Ángel Yáñez la tituló La entrevista pertinente (aunque fui desarrollando, digámoslo así, algo de impertinencia porque convertí en un clásico empezar alguna pregunta especialmente jocosa con la muletilla “sin acritud…”). Cuando el invitado era un escritor, solía recurrir a frases del libro que viniese a presentar, frases que me hubieran llamado la atención por diferentes razones y que le devolvía, a veces sin más comentario, para que partiese de ellas y contase algo más. Así, con el tiempo, ya en RNE, primero con Miguel Ángel y después con Beatriz Pécker, nació Juego de palabras.

   A la hora de plantearme una entrevista a Xacobe Pato sobre su divertidísimo Seré feliz mañana, su debut literario, la ópera prima publicada recientemente por Espasa, pensé que era hora de recuperar ese formato porque, al tratarse de un diario, de los textos que semanalmente publica en Instagram, al ser algo tan directo, personal, íntimo, cotidiano y, al mismo tiempo, tan universal, permitía como pocas obras el hecho de poder trocearla, quedarse con unas palabras, tomar esta sentencia aquí y esta allá, reaccionar como lector y que él mismo, tal y como hiciera en su momento, se pronunciase de manera espontánea sobre aquello. Por lo tanto, poco más, hoy les castigo poco; decir simplemente que Xacobe trabaja como librero en Cronopios, un lugar de Santiago de Compostela que espero poder visitar pronto, lo demás, con alguna intervención mía, lo dice/escribe él, vamos ya con la primera cita:

 

   P.- “(…) pienso que la vida es sobre todo lo que no enseñamos, lo que más nos interesaría saber de los demás y nunca sabremos, es decir, lo que pasa entre story y story”. Coincido con ello, pero no deja de resultarme curioso alguien que ha llegado aquí gracias precisamente a lo que enseña, a lo que publica en las redes, aunque no sea todo lo que hagas, desde luego…

   R.- Laura Ferrero lo menciona en el prólogo cuando habla de la teoría del iceberg de Hemingway, es decir, que todo relato debe enseñar una parte y dejar cosas por debajo. Me parece que eso se aplica a lo que hacemos en las redes sociales: por mucho que alguien se exponga, lo más importante siempre va a ir por debajo. Me gusta pensar que en este diario pasa algo de eso y, al mismo tiempo, soy lo que cuento pero también lo que no y es el lector quien puede llegar a interpretar mi estado de ánimo a partir del relato que hago no porque lo diga directamente.

   P.- Y así, tal vez de algún modo relacionado con esto, escribes en otro momento una frase que, confieso, estoy tentado de colgar en la nevera: “No soy mejor persona que Donald Trump: construiría un muro altísimo entre el mundo físico y el digital”.

   R.- Es algo que me pasa mucho porque, como trabajo de cara al público, no se trata de que tienes una red social, tienes cierto número de seguidores, cierta relevancia, pero luego estás en tu casa y te olvidas. A la librería viene gente que me dice “te sigo en Instagram”, que está muy bien, pero en Instagram sientes que estás protegido por una pantalla y la cosa cambia cara a cara: me hace cierta gracia desvirtualizar a las personas que conoces en redes, pero tiene ocurre lo contrario porque, claro, de repente eres consciente de que tu familia, si está en redes, puede ver todas las maldades que haces en Twitter, jajaja. He pensado a veces abrir una cuenta anónima para que no se mezclen los dos mundos, pero ya es tarde para eso. Llevemos los años que llevemos en ellas, con las redes sociales siempre vamos a ser conejillos de indias, seguimos siendo un tanto inconscientes en lo que a su uso se refiere.

   P.- Y, sin abandonar este asunto, afirmas algo que rubrico: “Al final, Twitter no es más que un desagüe social perfecto, una alcantarilla de opiniones chungas imprescindible”. Totalmente de acuerdo: por más que reneguemos, lo necesitamos…

   R.- Sí, sí, nos hace falta porque así las tenemos controladas en Twitter y no las vamos soltando en otros foros. Además, esto lo escribí en una época en que me salí de la red y fui consciente de que esa cadencia de ir opinando sobre lo que pasa se necesita y, si no lo pones en Twitter, se lo vas diciendo a la gente, “¿Has visto lo último del Gobierno?”, “¿Y la última película de este o aquel?”, sin importarte que nadie quiera escucharlo. Por eso está bien que exista un sitio donde podamos desahogarnos.

   P.- Twitter es la red que menos uso, pero en alguna ocasión he sentido la tentación de reciclar mi cuenta y publicar en ella todo lo que no publico en Instagram o sobre lo que no escribo en el blog, es decir, las películas que no me gustan, los libros que me aburren, pero al final me quedo como estoy que no me va mal…

   R.- Sí, es cierto que en Twitter, a diferencia de las otras redes, prima más lo que no nos gusta, vamos a quejarnos, ponemos el pantallazo de una página descontextualizada, se ridiculiza a este o a aquel, me parece que al final eso no tiene mucho recorrido…

   P.- Por eso, precisamente, centrémonos ahora en esto: “Yo creo que habría que desdramatizar las opiniones que los demás tienen sobre nosotros y sobre lo que hacemos. Y, por supuesto y por encima, habría que quitarle trascendencia a nuestras propias opiniones”.

   R.- Creo que las personas más interesantes son las que saben reírse de ellas mismas, aunque el otro día leía una entrevista de Iñaki Uriarte, que le cito bastante en el diario, donde decía que nadie se ríe realmente de sí mismo o se hace sólo hasta cierto punto. Yo intento no tomarme muy en serio y creo que lo consigo bastante. Lo que me cuesta más es lo de las opiniones de los otros, es algo más aspiracional que real: me sigue afectando, para bien o para mal, lo que dicen los demás.

   P.- Me parece que nos pasa a la mayoría: por mucho que digas o muy bien que lo lleves, al final es lo que opinan los demás sobre ti y te afecta…

   R.- También lo digo: no se trata tanto de la opinión de la gente a la que queremos porque tiene cierto sentido que nos importe como de aquella gente a lo que no queremos o ni siquiera conocemos, un comentario que te pilla así como a traspié te puede herir muchísimo. Hay gente más acostumbrada a recibir críticas y sabe hacerse un escudo, pero en general, como digo, es una aspiración más que otra cosa.

   P.- Das un consejo que me encanta y que reconozco haber dicho en la radio o haberlo escrito aquí y allá: “Si en la faja de un libro comparan al autor con algún clásico, lee directamente al clásico y eso que te ahorras”.

   P.- Nunca he entendido las fajas en que se habla de que es igual que no sé quién o el nuevo no sé cuántos, si le consideran, por ejemplo, “el nuevo Raymond Chandler”, creo que será mejor leer al original. Espero que esto no se vuelva contra mí, me coloquen una faja en que me comparen con algún autor clásico y verás lo que dejo de vender, jajaja. ¡Intentaré pedir que no lo hagan! Las cosas como son, creo que las editoriales abusan muchísimo de las comparaciones.

   P.- Es algo que me saca de quicio, te reconozco: hay quien para alabar a alguien no sabe hacer otra cosa que afirmar lo que decías, “el nuevo tal”, “la nueva cual”, o sea, como si no tuviera valor por sí mismo…

   R.- Eso es y además creo que la mayoría de las veces no se le hace ningún favor, sea a un actor, un futbolista, un escritor, lo que sea. Entiendo que puedes poner en contexto, se tocan ciertos temas, se aborda tal género, pero eso suele irse de madre y al final el halago termina siendo más una cruz que un favor.

   P.- Y dices algo que uno ha vivido en muchas ocasiones sobre todo cuando hacía radio: “De todas formas, recomendar libros es como jugar al fútbol de portero. Puedes acertar tres, cinco, diez veces, que siempre vas a ser más recordado por tus errores”. ¡Madre mía, como le recomiendes a alguien una película, un libro, una serie y no le guste!

   R.- Uso bastante Instagram para recomendar libros más que otras cosas, por supuesto lo hago en mi trabajo a diario, y tengo comprobado que si recomiendas un libro que gusta no importa mucho, “oye, me ha gustado, dame otro como este”, no te llevas ningún mérito y encima te provoca presión. Pero como falles una vez todo el rato están recordándolo “no me des uno como aquel de esa vez, que tuve que dejarlo” y se enfadan muchísimo.

   P.- Yo tuve una compañera que, a la que podía, meses y meses después del estreno, si hablábamos de cine en la redacción siempre decía: “Anda, anda, que pusiste muy bien “El perfume” y me pareció espantosa”. ¡Como si la hubiese rodado yo!

   R.- Y es aún peor cuando llegan todo indignados y te dicen que esa película es para idiotas, no saben criticarla de otro modo y te lo llaman a la cara sin cortarse, oye…

   P.- De esas hay tantas… No nos desviemos y recordemos a Borges como haces tú: “Lo que más disfruto de trabajar en una librería es poder ejercer una censura sutil pero efectiva, inclusiva y a veces hasta cruel. ¡Nunca gratuita! Lo decía Borges en una cita bien conocida: «Ordenar bibliotecas es ejercer, de un modo modesto y silencioso, el arte de la crítica». Hacerlo en una librería es la variante comercial y ruidosa”.

   R.- Los autores harían bien en llevarse bien con los libreros porque al final son los que te colocan, te ponen o no en el escaparate, te destacan, es algo que debería tenerse más en cuenta. Nunca vas a ser deshonesto porque tu trabajo es recomendar libros que puedan gustar a los clientes, pero lo otro lo hago, jajaja. Se ejerce la crítica de un modo sutil, pero muy venenoso.

   P.- “(…) cualquier cosa que busques en Internet te acaba llevando tarde o temprano al porno o a diagnosticar tu propia muerte”, yo diría que sobre todo lo segundo, ¿no?

   R.- Sí, sobre todo lo segundo y lo primero cada vez menos, jajaja. Te pones a buscar, vas pinchando y llegas a algo que pone “síntomas” o “peligro de muerte”, yo siempre acabo ahí aunque esté buscando un dato de un actor, de verdad.

   P.- Hablando de cine, esto que viene ahora lo he subrayado varias veces: “Me recordó a las películas de superhéroes modernas, en las que, con tanto traumita, ya no sabes si estás viendo “Batman” o una de Haneke”.

   R.- Cuando éramos chavales, las películas de superhéroes eran eso, sin más: solucionaban cosas a los demás no para superar sus traumas de infancia. Sí, ellos también tienen derecho a tenerlos, claro, pero hay películas que olvidan lo de salvar a la humanidad, las rutinas de los superhéroes, y yo creo que podrían compatibilizarlo: un par de días al psicólogo, pero luego en el fin de semana darle caña a eso de salvar el mundo.

   P.- Y aquí volvemos a lo de antes: reivindicas esto y te llaman tonto o, por lo menos, superficial…

   R.- Ahí también aparece el tema de “no te gusta porque no lo entiendes” y eso me repatea. Reconozco que tiendo a lo frívolo, sí, pero lo profundo también me puede interesar, no es cuestión de entenderlo o no.

   P.- Otra con la que das en el clavo: “Me causa verdadera amargura que un artículo con el que estoy de acuerdo esté mal escrito”. Aunque yo añadiría, o pondría por delante, un tuit con faltas de ortografía: por más que me parezca genial, si las hay paso…

   R.- También pasa con los tuyos, ¿no? Te das cuenta de que hay una errata, pero tiene likes y retuits y no lo quitas para no perderlos, jajaja. Entonces, recurres a lo de “ni un tuit sin errata” pero lo mantienes… Con lo de los artículos lo paso muy mal porque hay gente con la que nunca estoy de acuerdo y me encanta cómo escribe, pero que pase al revés es terrible: no puedo compartir un artículo que me parezca mal escrito porque mucho que coincida con lo que dice.

   P.- “Yo no sé en otros lados, pero en Galicia la mejor cosa que hay es las abuelas”. En otros también, ya te lo digo yo, jajaja…

   R.- Son esas dudas que tenemos todos, pero es así, jajaja. Es de esas opiniones que no caducan: así como otras las voy cambiando o adaptando, pero esto lo mantengo. Y es cierto que he conocido a abuelas madrileñas fantásticas, lo son todas, seguro, las abuelas no tienen comparación.

   P.- Son mundo y personas aparte…

   R.- Además, en mi caso me influyeron mucho en mi forma de escribir: una porque perdió la memoria y creo que por eso escribo diarios, para no perder lo vivido; la otra era muy fantasiosa, pero era muy divertida.

   P.- De su abuela sacó García Márquez Macondo…

   R.- Y yo hablo del mío en el libro: el pueblo de mi abuela.

   P.- Exacto. Con esta frase he llegado a conmoverme porque te he visto como un alma gemela: “Lo grave no es tanto actuar como un señor mayor, que ya venía pasando, como que me guste”.

   R.- Y eso aparece al principio, pero eso ha ido a más: prefiero el vermut que las copas de noche, la sobremesa que la discoteca, estoy muy metido en ese mundo ni tengo melancolía por mis veinte años, jajaja.

   P.- Hay algunas cosas que no son citas concretas, pero quiero comentar contigo: la primera, Luisito Rey.

   R.- ¡Qué malvado en la serie!

   P.- Como te llevo unos años, para mí fue conocido antes de ser “el padre de Luis Miguel”, antes de que el niño empezase a cantar…

   R.- Yo lo conocí por la serie de Netflix, claro, serie que nos marcó tanto que mi novia y yo investigamos sobre Luis Miguel, sólo escuchábamos su música y, claro, descubrimos a su padre, personaje fascinante.

   P.- Asunto Murakami, más aún con lo del Nobel tan reciente [mantuvimos la entrevista al día siguiente de su concesión]: “El hombre que todo lo hace bien, el tipo sereno, el típico majo”. Me ocurre como a ti: no le soporto.

   R.- Me sabe mal, pero soy hater, que abundan, aunque también tiene muchos fans, desde luego. Es alguien que genera odios y amores extremos, pero yo deserté.

   P.- Aquí sí vuelvo a citarte: “Todo aquel que se pare a pensarlo tendrá una opinión sobre cuál es la frase más mítica de la historia del cine. Da igual: «A Rizzo le han hecho un bombo» no será superada nunca”. ¡Y eso que no viviste el estreno, lo que fue entonces!

   R.- Claro, yo la vi en televisión de pequeño, la ponían y ponen mucho, y creo que hizo mucho en favor de los anticonceptivos, jajaja. Es una secuencia genial y flipé con esa frase. Soy muy fan de “Grease”.

   P.- Me gusta que pidas “un respetito” para Boyero, hace poco escribí sobre el asunto en Instagram: lo fácil es decir que si está gagá, que si no interesa su opinión, pero hay que analizar por qué dice lo que dice, lo que argumenta, sin olvidar que los tuits después del pase para la prensa de la película que terminó ganando la Concha de Oro y casi todo el palmarés fueron demoledores en su mayoría. Pero sólo nos quedamos con que él reconoce haberse salido de la proyección…

   R.- Hay figuras a las que resulta fácil atacar de un modo tramposo y tirarlas abajo con lo mismo de lo que critican, “qué crítica fácil”, tal y cual, vamos, lo suyo está muy elaborado, sí, jajaja. Es alguien que polariza, desde luego, pero gracias a lo que él ha escrito he visto “Mad Men” o “Los Soprano”, he leído “Suave es la noche”, uno de los libros de mi vida, por eso pido un respetito, tiene una trayectoria que le respalda.

   P.- Y, además, es honesto porque reconoce que se salió de la sala, no vende la moto, no finge haber visto lo que no, como hacen muchos en la crítica en general…

   R.- Él se moja siempre y sabes que está opinando lo que piensa, te puedes fiar, no se pliega a nada, no se corta, se la pela, jajaja…

   P.- Por último, una frase que veremos si sigues estando de acuerdo con ella: “Hoy me hicieron otra entrevista para la tele. No he aprendido a contestar sin hacer el ridículo, pero sí a no contar a nadie dónde ni cuándo sale”.

   R.- Sí, no me has sacado ninguna frase de la que me avergüence, jajaja. Y, sí, aún me pasa: nunca sé muy bien lo que digo cuando me preguntan cosas hasta que lo leo después o me veo en la tele o me escucho en la radio y no me gusta nada hacerlo, pero hago ese ejercicio por si puedo mejorar para la siguiente. Pero lo que ya no hago es avisar sin haberme visto o espero a leerla para compartirla en redes, depende de cómo me vea, jajaja. También me pasa con las fotos: si utilizan unas que no me gustan, no comparto la entrevista.

   P.- Yo creo que esta la compartirás, pero ya la leerás y me dirás…

   Y espero su respuesta, otra más, la última, también puede que la primera, según lo miremos, puesto que en la despedida me lanza un guante cómplice que recojo: dice que en otra ocasión debo decirle aquellas frases con las que no estoy de acuerdo, de las que discrepo o matizo, y me parece una idea sensacional, eso sí, puede que entonces haya que hablar de una entrevista impertinente, ya lo veremos dentro de un tiempo (eso si, tras leer esta, queda contento con lo que ha dicho -algo de lo que no puedo responsabilizarme-).