No creo que ninguno de los fieles espere una crítica cinematográfica al
uso (sí, hoy la cosa va de eso), menos aún cuando el blog hermano de éste, el
primero que un servidor abrió, aquel en el que sí podría esperarse un texto de
esas características (aun con las particularidades/vicios que uno ha ido
desarrollando en estos escritos, a pesar de que en gran medida son reflexiones
muy personales, las que me apetece hacer o me nacen en ese momento, algo muy
distinto -en parte- a lo publicado en libros y, por supuesto, a lo hecho en radio
y televisión), Celuloide en vena lleva un tiempo estancado, sin renovarse,
abandonado por decisión propia porque, por mucho que el cine sea una de mis
máximas pasiones y haya centrado/definido gran parte de mi trayectoria profesional
(de la personal ni hablamos), en ocasiones ha servido para ser encasillado,
para que aquellos que podían ofrecerme un trabajo (cuando eso pasaba) sólo me
imaginasen vinculado a ese cometido, para que los únicos servicios reclamados se
centrasen en esa área, como si no pudiese hacer otra cosa, como si no hubiese
tocado otras disciplinas artísticas y culturales, como si la literatura no mereciese
mi pasión más encendida, mi devoción más entregada, como si no me proporcionase
el mayor de los placeres que puedo concebir y anhelar (en ocasiones apetecen
otras cosas, por supuesto: hablo en los términos más absolutos y más íntimos,
ese refugio que siempre acoge, protege y se demuestra autosuficiente), también
me alejé, digámoslo así, de lo cinematográfico en el sentido de dedicarle horas
de trabajo porque estaba un poco harto de mí mismo, me encontraba repetitivo,
de un tiempo a esta parte resulta complicado encontrar filmes que inspiren y
alienten haciendo la tarea menos o nada enojosa y cada vez lo veía menos como
una diversión e incluso me costaba teclear aunque lo encarase (como procuro
hacer en todo momento) con talante, prurito y ética periodística. No negaré que
parte de mi desencanto/cansancio/aburrimiento, todo mezclado, empezó a
agudizarse desde que Pablo y yo dedicamos algo más de un año a escribir un
nuevo libro porque nuestros editores lo sugirieron, volvimos a embarcarnos en
la tarea de seleccionar títulos, revisarlos/descubrirlos, documentarnos,
emplear muchas horas en sacar el proyecto adelante (en un tiempo, por cierto,
que prácticamente inauguramos con el padre de Pablo en el hospital -fallecería
meses después- y concluimos poco después de la muerte del mío), el caso es que
al final nos lo rechazaron “porque no era el momento” (la crisis, esa de la que
ya no se habla -o al menos no se saca a relucir para todo, a veces como
justificación que no es tal-), tener al “nuevo niño” durmiendo el sueño de los
justos (un tanto injustamente, puesto que, como digo, nos alentaron a
escribirlo, no puedo decir que nos lo exigieran pero sí lo sugirieron con mucho
interés) provocó que, paulatinamente, me fuese alejando de esa parcela de mi
vida hasta dejar el asunto reducido a comentarios de Facebook y, desde no hace
mucho, algunas cosillas en Twitter.
Pero es un placer volver al tema (por así decirlo puesto que, repito, no
se trata de una crítica convencional -y tampoco es que me haya marchado: lo
audiovisual continúa proporcionando horas de fascinación, la ficción televisiva
es parte del ocio cotidiano-) cuando se trata de hablar de la adaptación a la
gran pantalla de una novela que me hizo pasar muy buenos ratos y posibilitó una
primera entrevista (telefónica, pero puedo presumir de que el escritor se acordaba
de la misma unos años después) con alguien con quien siempre es un gusto
conversar y a quien por fin tuve cara a cara hace menos un año, justo cuando
presentaba su tercer título publicado, La
casa entre los cactus, precisamente cuando se iniciaba el rodaje de El aviso, la cinta que acaba de llegar a
los cines y que se inspira en su ópera prima, los que tengan curiosidad o ganas
de recordarlo si lo leyeron en su día, pueden encontrar en el siguiente link (https://elarpadebecquer.blogspot.com.es/2017/06/nacen-entre-espinas-flores.html)
lo que dio de sí aquel encuentro entre un servidor y Paul Pen, un autor
incluido en aquellos inicios erróneamente en una colección de novela negra,
coincidiendo con el estreno de la película Plaza & Janés recupera El aviso y la edita sin etiquetas ni reduccionismos,
en todo caso acertando más en la definición, sin generar falsas expectativas
que en su momento decepcionaron a muchos, no por la novela en sí sino porque no
era lo que se prometía. Y es que no hay nada del género negro en su obra (puede
que algún escenario, rasgos de los personajes, ciertos detalles) porque no es
lo que Paul escribe, como él mismo lleva diciendo desde su debut con toda la
honestidad del mundo, pero sí hay mucho de thriller,
en esta ocasión, si se quiere, con tintes apocalípticos, dando prioridad al drama
que viven las personas atrapadas por un destino que no pueden esquivar, porque
así viene marcado por los números que rigen un camino que, por más que lo
intenten, se ven incapaces de abandonar (o, si lo hacen, terminan por desembocar
en el punto de llegada primigenio). Aunque el guión que en créditos se atribuye
a Jorge Guerricaechevarría, Patxi Amezcua y Chris Sparling (en diferente grado
pero no recuerdo cómo los diferencia, lo reconozco) se toma bastantes libertades
con respecto al original y, en gran medida, cuenta otra historia, respeta su
base, su estructura en tiempos diferentes, la constante amenaza de una
combinación inexorable que renovará el desastre, la tragedia, la muerte,
tensión creciente que en la novela funcionaba con bastante precisión, sin estafas
ni trucos facilones, sustentando la trama con firmeza y pocas fisuras (o
ninguna especialmente recordable), encaje de piezas que en pantalla se presenta
más brusco y recurriendo a lugares comunes que, en algunos momentos, provocan
un cierto estupor cuando no una carcajada en tono bajo. Si es cierto que,
durante la presentación y el posterior desarrollo, Daniel Calparsoro olvida gran
parte de sus tics y grandilocuencias habituales, por más que la música y el
montaje subrayen lo obvio y anticipen algunas de las posibles sorpresas, al
final no puede evitar recurrir a su gusto por la adrenalina, sin que la
abundancia de ésta aporte un gramo de emoción, todo lo contrario, al menos en
quien esto escribe: provoca distanciamiento, agotamiento, ganas de llegar a la
conclusión.
Pero, hasta llegar a esos minutos (demasiados), hay que señalar el
descubrimiento que supone Hugo Arbues, un chaval que resulta más cuajado y
solvente que intérpretes de más trayectoria, una breve pero maravillosa
aparición de la grandísima Julieta Serrano, la solidez de Antonio Dechent tenga
o no personaje que defender (su sola presencia llena de sentido y contenido la
pantalla), una Aura Garrido que deja atrás con soltura y convicción su modo habitual
de hablar para ofrecer una interpretación con mucha verdad y, sobre todo, una
Belén Cuesta que sigue haciendo historia (me refiero a la suya propia, aunque
también a cómo consigue instalarse en el corazón y la memoria del espectador), sacando
el máximo partido a sus intervenciones, sacudiéndose de encima el sambenito de
actriz cómica (que lo es y mucho), evitando el encasillamiento en que pueden
desaprovecharla/impedirle seguir creciendo (aunque en el teatro se esté
quitando la posible espina -aún están recientes Los universos paralelos y su manera de hablar, moverse, mirar, ser
y estar en escena-). Tuve la enorme fortuna de poder charlar con ella durante
la presentación de la película y, en lugar de enrollarme como otras veces, como
vengo haciendo hasta aquí, prefiero dejarles con ella para que la disfruten
tanto como hizo un servidor y en esta ocasión sigo los pasos de Elvira Lindo
(hay cosas de ella que me irritan/no me gustan, otras muchas sí -lo digo por
aquellos que sólo miran en una dirección o no conocen los matices, la gama
variada de grises entre el blanco y el negro, esos que puede que se extrañen de
que la atacase por un artículo reciente sobre Tres anuncios en las afueras y ahora la cite como referente, uno
reacciona ante cada obra en concreto, ¿se creen que voy a renunciar a Manolito
Gafotas?-), desaparezco del todo, ni siquiera transcribo mis preguntas, se la
entiende perfectamente:
-“Interpreto un personaje que está
en un momento muy dramático, no hay duda, aunque me gusta señalar que la
comedia que he hecho siempre ha tenido una base dramática. Aquí no hay ni un
resquicio para que se cuele la comedia, eso es cierto, pero lo he pasado muy
bien preparando el personaje y rodando”.
-“Es una mujer a la que se le está
yendo todo, así en un momento, está perdiendo a su amado, también a su mejor
amigo,… Esto me preocupaba bastante, porque le decía a Daniel que la película
es muy grande, hay muchos personajes, sí, pero a mí me tocaba estar lidiando todo
el rato con la pérdida, frente al abismo, sin ser capaz de gestionar lo que
sucede. Me asustaba que mi personaje está todo el rato en un momento muy
delicado y no saber cómo hacerlo sin que resultase agotador para el espectador
y sin agotarme interpretándolo”.
-“Leyendo el guión, viendo el
personaje desde fuera, le decía a Daniel que lo lógico sería que estuviese
llorando todo el rato y aunque él no quería que eso pasara, al final en casi
todas las tomas han terminado por aflorar las lágrimas, pero ha sido algo muy
natural, muy gradual, dependiendo del momento. Yo no soy muy consciente de
trabajar la contención, ni aquí ni en otros trabajos, pero parece que me sale,
no sé cómo explicarlo, pero ahí está o eso dice la gente”.
-“Las secuencias son las que son y en todas se cuentan muchas cosas, y
muy fuertes, muy duras, pero lo cierto es que, por muy sometido a presión que
estés, en la vida real uno no llora todo el rato: cuando se pasan muchas horas,
días enteros, en un hospital lo que más estás es cansado, temes o ves cercana la
pérdida pero siempre hay una esperanza a la que aferrarse o que al menos yo
creo no debe perderse. Ha sido muy dramático, pero me parece que al final salió
como queríamos”.
-“Parece que es un buen momento en
general para el cine y para muchas cosas, qué bien, pero es cierto que el
thriller está en todo lo alto en España y éste en concreto me gusta mucho
porque me parece diferente: toda la parte más pura, la de misterio y su
resolución, está muy reforzada por sentimientos muy humanos, por miedos, por
emociones. De hecho, yo no pensaba que estaba haciendo thriller, que eso
llegase cuando corresponde, no había que cargar las tintas en lo del género,
sino desarrollar los personajes sin más, sin que pareciese que están diciendo
“oye, que esto es un thriller”, eso ya lo verá el público cuando la película
esté montada”.
-“He empezado a poder pagar los
gastos más tarde, no demasiado pronto ni muy joven, y eso es bastante bueno
porque lo valoras mucho más. Me siento muy afortunada y muy agradecida, hay que
serlo en esta profesión, y pienso que haber empezado después provoca que lo sea
aún más”.
-“Un guión de este tipo se recibe
con satisfacción, compruebas que no te ven sólo como actriz cómica, aunque
también te pones mucho más nerviosa, por eso, después de hacer la prueba hice
algo que no he hecho nunca, yo no sé si él se acuerda, pero llamé a Daniel para
pedirle que, si no le había gustado, me dejase repetirla. ¡Pero no hizo falta!”
-“Rodar la escena de “Todas las
flores” con Anna Castillo [en la versión cinematográfica de La llamada] fue mágico después de tantas funciones: de repente, estábamos en el
escenario real y, además, en la maleta que saco puse cosas personales mías que
utilicé en la función, era la última vez que la iba a hacer, en el teatro
siempre me emocionaba, incluso un día la hice con la propia Sole, y fue muy
bonita hacerla en cine”.
-“Conocía la novela [El aviso] pero no la había leído, me la regaló Paul cuando vino al rodaje a
hacernos unas entrevistas, ¡qué respeto tener al autor allí delante! No sabes
si le va a gustar lo que haces con su creación, ¡igual se lleva un disgusto!
[En ese momento, la interrumpe Raúl Arévalo -atendía a los medios en otra mesa
situada a escasos metros- para reprocharle que no hubiese leído el libro y
bromea con que él lo hizo varias veces e investigó mucho] ¡Raúl Arévalo se mete en mi entrevista! ¡Dos puntos! ¿Entonces tú leíste
el libro? ¡Es que yo no quería manchar mi trabajo, jajaja!. En parte sí lo hice
por eso [sigue explicando cuando Raúl se aleja], para no tener dos visiones diferentes puesto que mi materia prima
era el guión, confiaba en Daniel, en lo que nos decía que quería conseguir”.
Si le preguntas por la enorme legión de fans que la siguen, y que no
deja de crecer, Belén Cuesta sonríe, baja los ojos, dice sentirse muy
agradecida por tantas muestras de cariño, “sobre
todo cuando hacía “La llamada” en el teatro, eso era maravilloso”, pero que
no piensa demasiado en el tema, “para no
sentirme abrumada y para no creérmelo demasiado, paso a paso como siempre”.
No hay duda de que es algo más que una de las actrices de moda, ese momento ya
ha pasado, ahora es de las más solicitadas por su solvencia, por su ductilidad,
por su carisma, por su naturalidad.