La memoria asociada a los sentidos es arrolladora, muy vívida, se impone
sin convocarla, recibe un estímulo en forma de olor, sonido, sabor, imagen o
caricia (o magdalena, aunque para eso hay que tener el talento de Proust) y se
dispara sin freno, asombrándonos por su precisión, por su detallismo, por su
capacidad para llevarnos de vuelta a unos hechos, lugares y personas que
incluso creíamos desterrados de nuestros cerebro y corazón. Y eso sucede con la
música, bastan unas notas, un estribillo, unas frases, una cadencia, un saxo,
un piano, un mero acorde para que el torrente de la evocación se vuelva
caudaloso y entremos en el túnel del tiempo, reverdeciendo emociones, algunas
regresan prístinas, virulentas, como si el tiempo no hubiera pasado, otras se
recubren de nostalgia, de melancolía, de dolor por irrepetibles (aunque quede
el consuelo de recuperarlas con tanta facilidad, basta con conocer/encontrar la
banda sonora precisa). Algo de eso es lo que ha hecho el artista mexicano Aleks
Syntek con su último trabajo, Trasatlántico,
publicado en 2017 pero que pone de largo en España con un concierto esete
jueves 26 en el teatro Fernán Gómez de Madrid: rinde tributo a los artistas que
le marcaron, que convirtió en referentes, la música que escuchaba cuando era
joven, aquella que llegaba a su país bajo la ecléctica etiqueta de “movida
madrileña”; es, por lo tanto, un ejercicio de memoria personal que, inevitablemente,
también hace aquel oyente de edad similar a la suya (como un servidor), todo el
que viviese aquellos años.
Desde el primer momento, Aleks tuvo claro que no quería hacer lo que todo el mundo conoce como “un disco de covers” sino algo diferente (insiste una y mil veces en llamarlo, con toda propiedad, un disco tributo), algo que sonase a él pero mantuviese la esencia de aquellos temas, demostrando el porqué de su vigencia, no un ejercicio de nostalgia (o no sólo eso) sino de actualidad y realidad y así nos lo explica en su hotel madrileño: por un lado, más allá del reconocimiento y el aplauso que quería rendir, le movió el hecho de “volver a poner el acento en la lírica; ahora, los chicos se concentran en la cadencia y no en la letra, las canciones se han vuelto muy básicas, no desafían al público, se limitan a complacer, haré lo que esté en mis zapatos para modificar esa tendencia”; por otro, nunca quiso una imitación, una copia, sino aportar algo: “Me esmeré mucho en que las canciones sonaran a mí, es un tributo, las interpreto a mi modo, tengo un sonido que me identifica, ese es el sello que he intentado dar a cada tema, siempre como halago y respeto, por eso invité a los artistas originales, para mantener su esencia y contar con su aprobación”. Y ahí viene la mayor sorpresa, la magia, el regalo que hace Trasatlántico al público de antes y al nuevo, reunir a lo más granado de aquel momento, contar con los que convirtieron (y muchos también compusieron) los temas en legendarios, presentar un plantel de auténticos ídolos y mitos, muchos de los cuales estarán junto a Aleks Syntel en el escenario del Fernán Gómez.
Que los 80 dieron para mucho, musicalmente hablando, incluso para más de lo que recordamos/reconocemos los que ya andábamos por ahí, queda claro al ver reunidos en un mismo disco temas como Es por ti de Cómplices, Sin aliento de Danza Invisible, Viaje con nosotros de Orquesta Modragón, Santa Lucía de Miguel Ríos e incluso el Si yo fuera mujer de Patxi Andión, tal vez la elección que más puede chocar: “El eclecticismo de este trabajo no es accidental: escogí las canciones que llegaban a México bajo la bandera de la movida madrileña; tal vez por desinformación y porque pensaban que todo era parte de lo mismo, en la radio presentaban “Si yo fuera mujer” o “Cómo pudiste hacerme esto a mí”, allí convivían sin problemas y en mi disco también”. Y es un lujazo reencontrarse con Patxi Andión, quien regreso al estudio de grabación, escucharle en plena forma, con toda su fuerza, la misma que conserva Javier Lozada de Veni Vidi Vici, al que resulta emocionante recuperar con Viviendo de noche (https://www.youtube.com/watch?v=p5UHpJKiGdk) , fuerza que nos consta a los de aquí no ha mermado en los casos de Javier Gurruchaga, Javier Ojeda de Danza Invisible, David Summers, Ana Torroja, Rafa Sánchez o Ana Belén: “Yo no conocía, por ejemplo, a David Summers o a Ana Belén, pero creo que si hubiese llegado con la propuesta vacía me hubieran dicho que no. Sin embargo, grabé primero mi versión, les mostré el tema, les hablé de lo que quería hacer, un tributo a la música que me influenció en mi etapa de crecimiento musical, les dije que quería cantar con ellos; en ambos casos, al principio les chocó la elección de canción pero al oírla aceptaron en seguida, les conquistaron los arreglos que planifiqué con mi cómplice habitual, Armando Ávila”.
Ya otras veces hemos hablado de que, aunque pueda parecer lo contrario, jugar con la nostalgia no es sencillo y no augura éxito inmediato, todo lo contrario, porque hay que (re)conquistar a un público que no siempre está dispuesto a revisar lo pasado o a aceptar actualizaciones y homenajes por más honestos que sean, en su nombre se han cometido muchas infamias, copias vulgares, plagios descarados, incluso se han intentado enmendar planas, se tocan creaciones que los fans más o menos mitómanos consideran intocables (y, por supuesto, inmejorables), ¿para qué recurrir a una versión cuando tenemos a mano el original? De hecho, Aleks recibió en las redes sociales unas primeras críticas demoledoras (e incluso insultantes, no es difícil encontrar alguna a poco que se navegue -fotos de madres lactantes, besos entre personas del mismo sexo, obras de arte de o con cuerpos desnudos desaparecen al momento, otras infamias, mentiras, apologías, delitos ahí quedan para siempre-), pero la tendencia fue cambiando, “aquel ruido se fue apagando”, Trasatlántico llegó a disco de oro en México, uno no puede menos que aplaudir su audacia, él lo acepta sin problema: “Siempre me ha gustado la idea de desafiar: incluso en México me han considerado durante muchos años un artista alternativo y el caso es que el pop de ahora mismo suena como lo que yo siempre he hecho, tal vez porque lo que en su día parecía alternativo ahora se hizo popular, yo no tengo conciencia de haber dejado de hacer en esencia la misma música, son los tiempos los que han cambiado”. Por eso quiere que estas canciones sigan sonando y que el público más joven las conozca e igualmente a los artistas que las hicieron populares (y hasta históricas, diría uno dejándose llevar del fervor): “Tengo la fortuna de tener en México muchos seguidores de corta edad porque los de mi generación traen a sus hijos a mis conciertos; si ellos me ayudan a plantar cara a Maluma y el reguetón, he de aprovechar esa ventaja para ser lo más audaz posible”.
A pesar de su bombazo en 2004 Duele el amor junto a Ana Torroja, de haber participado en Papitwo de Miguel Bosé nada menos que cantando Duende, de haber compartido escenario con Kylie Minogue, Juan Luis Guerra, Plácido Domingo, Elton John, Duran Duran, David Bisbal y un largo etcétera, de haber escrito y cantado junto a Malú un éxito como Sólo el amor nos salvará, de haber ganado dos Billboard o haber sido candidato a los Grammy (latinos e internacionales), Aleks Syntek no es un artista demasiado reconocido en España, aunque él espera (y merece) que las cosas cambien a partir de Trasatlántico, viene con toda la disposición y la humildad: “Soy consciente de que nunca llenaré grandes estadios, pero sólo quiero convertirme en un artista recurrente, que regrese cada poco para recitales en teatros, para conciertos íntimos. Tengo todas las ganas y pondré todas mis fuerzas”. Talento y apoyos (muchos de ellos, repetimos, aparecerán en el escenario del Fernán Gómez en apenas 48 horas.