Tras escribir recientemente sobre Poniente, la
(volveremos a decirlo) magnífica novela de Álber Vázquez, caí en la cuenta de
que, al margen de éste, La Esfera de los Libros ha publicado en los últimos
meses algunos títulos que tienen el mar como escenario fundamental, si bien es
cierto que para ello debemos abandonar la narrativa de ficción (histórica o
no), escenario en que un servidor se siente cómodo y, valga la expresión más
que nunca, como pez en el agua. Pero ya que, al comentar tal circunstancia en
privado, algunos amigos que tienen a bien prestar atención a estos textos (a lo
que leo en general) me pidieron algo más de información, me decido hoy a reunir
aquí estos libros de Historia, libros sobre los que no puedo hacer uno de mis
comentarios habituales puesto que no soy experto en la materia que abordan,
sólo un curioso que nunca se ve saciado y lee compulsivamente (casi) todo lo
que cae en sus manos, pero no puedo ni debo ocultar que han constituido una
lectura interesante, reveladora y por momentos apasionante gracias a la
claridad con que los autores exponen sus investigaciones, explicando los
conceptos que pueden resultar abstrusos/ajenos de un modo sencillo y accesible,
apoyándose en una profusa y detallada documentación (que abre el camino, a
quien así lo desee, para ampliar conocimientos) y notas explicativas que
contribuyen al aumento de la legibilidad general. Confío en que la travesía les
merezca la pena.
“La historia naval es mucho más que la sucesión de enfrentamientos
librados en el mar. El poder que se desplegaba en este escenario era una
herramienta al servicio de las relaciones internacionales que comenzaron pronto
a manifestarse, desde la organización hasta la asignación de recursos. La
orientación de actores, elementos y conocimientos, aplicados a las secuencias
de los acontecimientos históricos de estos siglos, permitió establecer unas
pautas de actuación al objeto de constituir la mejor de las políticas posibles
para que la Monarquía Hispánica pudiera ser señor en el mar y mantener su
posición hegemónica”.
Tercios del mar, el libro de la catedrática de Historia Moderna
de la Universidad Complutense Magdalena de Pazzis Pi Corrales (que es desde
2016 directora de la Cátedra Extraordinaria Complutense de Historia Militar de
la UCM y directora del título propio de Especialista en Historia Militar), se
subtitula Historia de la primera Infantería de Marina española y se
centra precisamente en la que así puede ser considerada (y ella demuestra por
qué) mientras desmonta algunas leyendas o imágenes sesgadas: “A lo largo de
la historia se ha utilizado la figura de los tercios españoles como algo
mítico, el prototipo del militar español, guerrero, valiente y hombre de honor.
Si bien es cierto que durante un largo periodo los soldados españoles de los
tercios mantuvieron la soberanía del rey de España sobre sus dominios, en
especial los de Flandes, su leyenda como ejército invencible no deja de ser una
inexactitud. Los tercios consiguieron grandes victorias, pero también derrotas.
Los hombres de los tercios eran buenos soldados, pero no imbatibles. Su valía
en la batalla no se debía a que eran españoles, o más bravos o con un sentido
del honor más valioso que el de los soldados de otros países, sino por su
preparación y sus tácticas”. Todo el libro supone un gran ejercicio de
precisión y de ajustarse a lo que está confirmado en documentos válidos y
contrastados, evitando cualquier tipo de afirmación categórica que pueda ser rebatida
o, sobre todo, llevar a error al lector: “Hoy en día todavía existen debates
y diferentes teorías sobre el origen del término tercio. Los
medievalistas sostienen que procede del paso de la Alta Edad Media y la plena
Edad Media, cuando el soberano llamaba a la guerra a sus huestes y, para dejar
parte de sus vasallos a cargo de sus tierras y otros quehaceres, solo convocaba
a un tercio de los caballeros. Hay quien afirma que se llamaron así porque cada
tercio debía contar, en un principio, con 3.000 hombres. Otros defienden que la
denominación procede de la campaña del reino de Aragón a finales del siglo XV
en el Rosellón, en la que las tropas se dividían en tres armas o «tercios»: uno
de picas, otro de escudados -armados con espada y escudo- y un tercio de
ballesteros y espingarderos. Por último, la hipótesis de que procedería de la
Ordenanza de creación de Carlos V, en la que se habla de la formación de tres
tercios, aunque en ese caos sobraría uno, porque el emperador creó también algo
más tarde el Tercio de Cerdeña”.
Tercios del mar tiene bastantes puntos en común con el título del
que nos ocuparemos a continuación, incluso tienen algún capítulo similar que
habla de las escasez de fuentes a las que acudir y cita las mismas, en concreto
el dedicado a la vida a bordo: “Contamos con una profusión de probanzas de
méritos de marinos y de relatos de proezas navales, pero el devenir diario no
se consideró digno de reseñarse, por lo que debemos ceñirnos a los documentos
de la época, de los que destacamos principalmente dos” (dejemos para
después su enumeración). Podemos terminar este acercamiento al libro de la
profesora de Pazzis con otro fragmento que establece una conexión con lo que
vendrá a continuación: “Los siglos XVI y XVII constituyen una de las épocas
más apasionantes de la historia de España, por cuanto que nuestro país fue
capaz de extender sus dominios por espacios inmensos con un vínculo común en la
mayoría de ellos: el mar. En aquel periodo el dominio del Imperio español
estaba fundamentado sobre continentes que, por fuerza, tenían que contar con
una proyección marítima, ya que la realidad evidente era que el mar, lejos de
separarlos, los unía. Además, los reinos peninsulares y sus posesiones
ultramarinas, con una situación geográfica privilegiada a caballo entre el
Mediterráneo y el Atlántico, basculaban pesadamente hacia el mar. Por esas
razones no nos debe sorprender que la Monarquía Hispánica fuera consciente de
su carácter esencialmente marítimo, dados los grandes territorios que la componían
y su especial situación geográfica”.
Entremos en materia directamente, tal y como hace el autor del libro: “En
la Antigüedad, la talasocracia monoica o las factorías fenicias fundamentaron
su apogeo en su supremacía naval. También los romanos habían conseguido
expandir y conservar su imperio, gracias a su dominio sobre las aguas del
Mediterráneo. Sin embargo, el océano era otra cosa, pues desde la protohistoria
se consideraba como una verdadera frontera natural, infranqueable y temida.
Océano era sinónimo de ignoto pero también de infortunio y de adversidad”.
Del dominio sobre esas aguas, del poder ejercido y del dimanado al controlarlas
trata Las armadas del Imperio, que Esteban Mira Caballos subtitula Poder
y hegemonía en tiempo de los Austrias, puesto que analiza “la estructura
naval del Imperio en su época de mayor esplendor, es decir, en los siglos XVI y
XVII”, dejando claro en las primeras páginas que “cuando aludimos al
Imperio a secas, nos referimos siempre al hegemónico en aquellos tiempos, es
decir, al de los Habsburgo”. El autor es doctor en Historia de América por
la Universidad de Sevilla y está especializado en las relaciones entre España y
América en el siglo XVI.
El volumen se divide en tres partes en las que, sucesivamente, traza un
panorama general de la navegación en el periodo estudiado (“En el siglo XVI
no había buques construidos específicamente para la guerra; cuando varios de
ellos se utilizaban con fines comerciales se les denominaba flota, mientras que
si esos mismos navíos eran armados a conciencia y se destinaban a la protección
de otros convoyes o de la costa, se entendía que eran una armada”),
describe el sistema naval del Imperio y las diversas armadas (por ejemplo, la
Real de Galeras o la Guardacostas del Levante, en lo que a las peninsulares se
refiere, también dedica espacio a las europeas, americanas y asiáticas) y
aborda las grandes campañas navales (la batalla de Lepanto y sus consecuencias
en todos los aspectos, también el fracaso de la conocida como Armada
Invencible) mediante un análisis minucioso de los diferentes factores que
confluyeron en un mismo tiempo y lugar, sin especulaciones ni personalismos,
apoyado en todo momento en la documentación manejada (despejando, eso sí,
alguna que otra reinterpretación interesada y alejada de lo sucedido), adoptando
una visión que el propio autor no duda en considerar “excesivamente crítica”.
Como ya indicamos anteriormente, el capítulo titulado La vida y la
muerte a bordo de un navío se inicia de un modo muy similar al que se
dedica en Tercios del mar al mismo asunto: “Pese a lo atractivo de la
temática, no abundan las fuentes para la reconstrucción de la vida a bordo.
Contamos con un sinnúmero de probanzas de méritos de marinos, así como de
relatos de hazañas navales, sin embargo, la vida cotidiana no se consideró
nunca digna de ser reseñada. Por ello, monográficamente disponemos tan solo de
varios documentos de la época, que podemos considerar imprescindibles, a saber:
el texto de don Antonio de Guevara, quien en 1539 narró la difícil vida en una
galera. El segundo por orden cronológico es el de fray Tomás de la Torre, que
escribió un diario de su viaje entre Salamanca y Chiapas en México, entre 1544
y 1545. Y en tercer lugar, la carta que escribió el madrileño Eugenio de
Salazar a su amigo el licenciado Miranda de Ron en 1573, donde contaba la vida
a bordo en un navío de la Carrera de Indias”. En destacar la importancia de
los dos primeros coincide con la catedrática de Pazzis, aunque el capítulo de
cada libro posee brío propio, el modo de dar cuenta de lo extraído de esos y
otros documentos. No cabe ninguna duda de que Las armadas del Imperio consigue
su objetivo de demostrar que “existió un sistema definido de flotas,
galeones y armadas a lo largo y ancho del Imperio”, despejando confusiones
debidas al cambio de nombre de muchas de estas escuadras, clarificando
descripciones anteriores con errores debido a “la versatilidad del sistema”
que dificultaba en grado sumo una simple enumeración y, valga la redundancia,
sistematización.
El subtítulo de La Segunda Guerra Mundial en el mar es Una
historia global, señalando así lo ambicioso del proyecto de quien es
catedrático distinguido Ernest J. King de Historia Marítima en la Academia de
Guerra Naval de EEUU y gracias a trabajos como The Battle of Midway, Operation
Neptune o este que nos ocupa está considerado como uno de los mejores
historiadores navales en activo. Los expertos han recibido con entusiasmo este
volumen con tintes enciclopédicos que, en palabras de James Stavridis
(almirante de la U.S. Navy y que fuese comandante supremo aliado de la OTAN) “será
el tratado definitivo en un solo tomo sobre las cruciales contribuciones de las
Armadas a la victoria en la Segunda Guerra Mundial”. Del mismo modo, Military
History Magazine considera que “es un trabajo digno de cualquier
biblioteca de aficionados a la historia marítima”, mientras que Foreign
Policy celebra su publicación porque “hasta ahora, ningún volumen cubría
toda la guerra en el mar, en todos los teatros y con un enfoque desde cada una
de las principales armadas”.
En la nota introductoria, el autor confiesa que sus pretensiones son
ambiciosas puesto que se enfrenta a varios desafíos: “La historia de la
guerra mundial en el mar entre 1939 y 1945 es un relato disperso, episódico y
constantemente cambiante, de intereses nacionales antagónicos, de tecnologías
emergentes y de personalidades fuera de lo común. Contarla en una única
narración es una tarea sobrecogedora, pero contarla de cualquier otra forma
sería engañoso. No hubo una guerra en el Atlántico y otra en el Pacífico, una tercera
en el Mediterráneo y otra más en el Índico o en el mar del Norte. Si bien hacer
una crónica del conflicto en ese tipo de lotes geográficos podría simplificar
las cosas, esa no fue la forma en que se desarrolló la guerra, ni la forma en
que tuvieron que gestionarla los responsables de tomar decisiones”. Por
ello sigue escrupulosamente la cronología y procura dejar hablar a los
protagonistas para, así, “contar la historia de la Segunda Guerra Mundial en
el mar de la forma en que la experimentaron quienes la vivieron: como una
historia única, gigantesca y compleja, en la que participaron los dirigentes
nacionales y los responsables estratégicos, los comandantes de las flotas y los
oficiales de los buques, los maquinistas, los artilleros, los pilotos, los marinos
mercantes y los infantes de Marina; como un drama humano a escala mundial que
tuvo un impacto descomunal y permanente en la historia de nuestro mundo”.